
23 de julio de 2025 a las 09:30
Emotiva ceremonia premia lo mejor del país
En una ceremonia íntima y conmovedora, lejos de la pompa y la fastuosidad, seis brillantes figuras del arte y la cultura mexicana recibieron el Premio Nacional de Artes y Literatura 2024. La Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, un escenario acostumbrado a la grandeza, se vistió de sencillez para acoger a los verdaderos protagonistas: los galardonados, sus familias y amigos, el círculo íntimo que nutre y sostiene el genio creativo. No hubo necesidad de grandes despliegues, la emoción contenida en el aire era suficiente.
La presencia de la directora del INBAL, como única figura institucional al frente del evento, reforzó la idea de que el reconocimiento se centraba en la obra y en la trayectoria, no en el protocolo. Un gesto que resonó con la humildad y la gratitud expresadas por los premiados. Leonardo López Luján, heredero de un legado arqueológico invaluable, al recibir el mismo premio que su padre, Alfredo López Austin, evocó la figura paterna y dedicó el galardón "al pueblo de México". La emoción lo embargó, palpable en su voz quebrada, un recordatorio del profundo compromiso de estos artistas con su país y su cultura.
La presencia de figuras como Eduardo Matos Moctezuma y Ángeles González Gamio, referentes indiscutibles en sus campos, añadió un aura de solemnidad y respeto al evento. La sala, aunque no llena a rebosar, vibró con la energía de cada palabra, cada gesto, cada mirada intercambiada entre los asistentes. Tres minutos. Ese fue el tiempo otorgado a cada galardonado para expresar sus sentimientos. Tres minutos que se convirtieron en un torrente de agradecimiento, un reconocimiento a las familias, a los amigos, al público, a todos aquellos que han sido cómplices y testigos de su dedicación y pasión.
El poeta Vicente Quirarte, la etnóloga María Teresa Rojas Rabiela, el músico Gerardo Tamez, el promotor cultural yoreme Antolín Vázquez y la cocinera tradicional Juana Bravo, cada uno a su manera, dejaron una huella imborrable en esos escasos minutos. Juana Bravo, con su característico humor, rompió la solemnidad al confesar que ya no le queda espacio en la pared para tantos reconocimientos. Pero tras la broma, se alzó como símbolo del empoderamiento femenino, comparándose con la presidenta Claudia Sheinbaum y reivindicando la cocina como un espacio de poder y transformación. Sus lágrimas, testimonio de una vida dedicada a la gastronomía, fueron recibidas con una ovación unánime.
María Teresa Rojas Rabiela, con la firmeza y la convicción que la caracterizan, elevó la voz en defensa de la zona chinampera de Xochimilco y Tláhuac. Un llamado urgente a las autoridades para que se comprometan con la preservación de este patrimonio cultural y ecológico, más allá del espectáculo y la superficialidad. Un llamado a la acción, a un plan concreto que impulse la producción chinampera, la creación de empleos y un turismo sostenible. Un recordatorio de que el arte y la cultura no pueden existir al margen de la realidad social y ambiental.
La ceremonia de entrega del Premio Nacional de Artes y Literatura 2024 fue, en definitiva, un canto a la vida, a la pasión, a la perseverancia. Un homenaje a quienes, con su talento y dedicación, enriquecen el alma de México. Una muestra de que el verdadero valor reside en la entrega, en la constancia y en el amor por lo que se hace. Un legado que trasciende generaciones y que inspira a seguir construyendo un futuro mejor a través del arte y la cultura.
Fuente: El Heraldo de México