
23 de julio de 2025 a las 09:55
Ciclo escolar 2024-2025: ¿y ahora qué?
La incertidumbre rodea el panorama educativo mexicano. Una vez más, el ciclo escolar concluye con la sombra de la reforma y la inquietante cifra de casi un millón de estudiantes que no llegaron a la meta. ¿Acaso el cambio de planes, programas y libros es la panacea que promete la Secretaría de Educación Pública? Desde Educación con Rumbo, creemos que la respuesta es un rotundo no. La verdadera transformación no se imprime en papel couché ni se decreta desde un escritorio, sino que se construye en el aula, con el acompañamiento constante al docente y al alumno.
Nos preocupa la creciente desconexión entre el currículo y la realidad escolar. Docentes y directivos nos comparten su frustración: proyectos inconclusos, aprendizajes a medias, y una preocupante deficiencia en habilidades fundamentales como la comprensión lectora, la escritura y el pensamiento crítico. Mientras los programas se enfocan en metodologías innovadoras, la falta de capacitación y recursos empuja a los maestros a recurrir a métodos tradicionales, perpetuando un ciclo de ineficiencia.
La Nueva Escuela Mexicana, el Plan de Estudios 2022, los nuevos materiales… ¿son realmente la solución o simplemente otro parche en un sistema educativo desgastado? La experiencia nos dice que la calidad educativa no se logra con cambios cosméticos, sino con una inversión real y sostenida. Un presupuesto que priorice las escuelas por encima de las becas, que fortalezca la formación docente con programas robustos y no con simples videos y cuadernillos. Un sistema que involucre activamente a las familias en el proceso de aprendizaje, reconociendo la importancia de su participación.
La evaluación, un elemento crucial para la mejora continua, no debe ser un instrumento punitivo, sino una herramienta para el diagnóstico y la retroalimentación. Instituciones como MejorEDU, el Coneval y el INAI, lejos de ser obstáculos, son piezas clave para la transparencia y la rendición de cuentas. Su debilitamiento representa un retroceso en la construcción de un sistema educativo sólido y confiable.
Es urgente un cambio de rumbo. Un diálogo abierto y honesto donde las voces de los docentes, las familias y los propios estudiantes sean escuchadas y tomadas en cuenta. Necesitamos una política educativa que nazca desde las aulas, que comprenda las realidades de cada contexto y que ofrezca soluciones a la medida de las necesidades.
No podemos seguir ignorando la creciente cifra de deserción escolar. Cada estudiante que abandona el sistema representa una oportunidad perdida, un futuro truncado. Los casi un millón de alumnos que no concluyeron este ciclo son una llamada de atención, un recordatorio de la deuda que tenemos con las nuevas generaciones.
La equidad no es un slogan, sino un objetivo que debemos perseguir con acciones concretas. Escuelas que reconozcan la diversidad de trayectorias, que fomenten el pensamiento crítico, que valoren los saberes que vienen desde casa. Espacios donde cada estudiante, sin importar su origen o sus circunstancias, pueda crecer, descubrir su potencial y prepararse para la vida. Ese es el futuro que debemos construir, y el tiempo para actuar es ahora.
Fuente: El Heraldo de México