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23 de julio de 2025 a las 09:30
Besos Robados: ¿El tuyo cuándo?
La omnipresencia de la vigilancia, ese ojo invisible que nos escruta, ya no es una distopía futurista, sino una realidad palpable. Zuboff lo advirtió con vehemencia, Harari con inquietante paranoia, y Han con la precisión de un cirujano diseccionando la sociedad contemporánea. La pantalla, antaño un objeto de entretenimiento, se ha transformado en una ventana indiscreta a nuestras vidas, un panóptico digital que registra cada movimiento, cada gesto, cada suspiro. Desde las figuras públicas, expuestas al escrutinio implacable de las cámaras, hasta el ciudadano común, todos nos hemos convertido, voluntaria o involuntariamente, en actores de un reality show global.
El problema no reside en la herramienta, sino en el uso que se le da. El panóptico en sí mismo es neutro, es la mirada voyeurista la que lo pervierte. Y nosotros, ávidos de atención, nos ofrecemos como víctimas propiciatorias. Nos convertimos en exhibicionistas digitales, posando para la cámara, compartiendo cada detalle de nuestra existencia en las redes sociales. Nos entregamos a la ilusión de la fama efímera, buscando la validación en los "likes" y los comentarios. Como la protagonista de aquella anécdota, que bromeaba con estar "perdida, perdida, perdida", pero que en el fondo anhelaba la atención constante, la vida bajo el foco permanente de las cámaras. Incluso Madonna, icono de la cultura pop, fue acusada en su momento de no poder vivir fuera de cuadro.
Recordaba el caso de Liverpool, que en plena pandemia contrató a Pepe Aguilar para dar serenatas virtuales. Una estrategia de marketing, sin duda, pero también un reflejo de nuestra necesidad de conexión, aunque sea mediatizada, de experiencias compartidas, aunque sean virtuales. Y es que la "kiss cam", esa práctica de mostrar parejas besándose en eventos masivos, tiene sus orígenes en los años 90. Una combinación de romanticismo prefabricado, exhibición pública y entretenimiento para las masas. No sorprende que Coldplay, maestros del pop masivo, la haya adoptado en sus conciertos.
Un amigo, que vivía entre Coyoacán y Florida, solía decirme: "El cuerno se pone en Villa Coapa", lejos de la mirada de los conocidos. La historia del CEO y la directora de Recursos Humanos de Astronome demuestra una ingenuidad casi conmovedora. Su falta de discreción, su incapacidad para separar lo personal de lo profesional, les costó caro. Más allá del conflicto de interés que supone su relación, la cuestión de fondo es la exposición pública, el juicio social. Si bien es cierto que sus acciones tienen consecuencias laborales, su vida privada no debería ser objeto de escrutinio público.
En definitiva, vivimos en una sociedad obsesionada con la imagen, con la visibilidad. Nos exhibimos, nos observamos, nos juzgamos. La línea entre lo público y lo privado se difumina cada vez más. Y en este escenario, la discreción se convierte en un valor en alza. Circulando, señores y señoras, que aquí no hay nada que mirar.
Fuente: El Heraldo de México