
22 de julio de 2025 a las 09:40
Wirikuta: ¡Patrimonio de la Humanidad!
En el corazón del desierto potosino, late un camino que trasciende la geografía. No es un simple sendero marcado en la tierra, sino una arteria vital que conecta el presente del pueblo Wixárika con el eco de sus ancestros. Hablamos de la Ruta a Wirikuta, un espacio sagrado donde cada paso, cada piedra, cada planta susurra las historias de la creación del mundo, según la cosmovisión huichol. Imaginen la escena: bajo el sol implacable, un grupo de peregrinos avanza con la mirada fija en el horizonte, llevando consigo no solo sus pertenencias, sino el peso de una tradición milenaria. Sus rostros, curtidos por el viento y el tiempo, reflejan la determinación y la reverencia que inspiran estas tierras. Para ellos, Wirikuta no es un destino, es un regreso al origen, al lugar donde los dioses sembraron la vida.
Este viaje, que se repite año tras año, es mucho más que un desplazamiento físico. Es una peregrinación espiritual, una búsqueda de conexión con lo divino a través del peyote, planta sagrada que abre las puertas a la comunicación con los antepasados y los espíritus protectores. En cada ceremonia, en cada canto, en cada ofrenda, se renueva el pacto ancestral con la naturaleza, se reafirma la identidad de un pueblo que ha resistido el paso del tiempo aferrándose a sus raíces.
A lo largo de esta ruta sagrada, el paisaje se transforma en un lienzo donde se despliega la riqueza artística del pueblo Wixárika. Los colores vibrantes de sus textiles, la minuciosidad de sus artesanías, la cadencia hipnótica de sus rituales… cada elemento cuenta una historia, cada detalle es un testimonio de la profunda conexión entre el ser humano y la naturaleza. Es un arte que nace del corazón, que se nutre de la tierra y que se transmite de generación en generación como un legado invaluable.
Sin embargo, este tesoro cultural se encuentra amenazado. La minería, la urbanización y otras actividades industriales acechan como sombras ominosas, poniendo en peligro no solo el entorno natural, sino también la propia esencia de la cultura Wixárika. El avance indiscriminado de estas prácticas representa una herida profunda en el tejido de la tradición, una fractura que podría silenciar para siempre las voces ancestrales que resuenan en Wirikuta.
¿Es posible conciliar el progreso con la preservación de la cultura? ¿Podemos construir un futuro donde el respeto por la naturaleza y las tradiciones ancestrales no sean sacrificadas en el altar del desarrollo económico? La respuesta, sin duda, es sí. Pero requiere un compromiso real, una acción conjunta que involucre a todos los actores: gobiernos, comunidades locales, organizaciones civiles y la sociedad en su conjunto.
La protección de la Ruta a Wirikuta no es una tarea exclusiva del pueblo Wixárika. Es una responsabilidad compartida, un deber que nos interpela a todos como mexicanos. Preservar este patrimonio cultural es proteger nuestra propia identidad, es honrar la diversidad que nos enriquece como nación. Es asegurar que las futuras generaciones puedan seguir caminando por este sendero sagrado, escuchando el susurro de los ancestros y conectando con la esencia misma de la vida. El tiempo apremia, y la historia nos juzgará por las decisiones que tomemos hoy.
Fuente: El Heraldo de México