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22 de julio de 2025 a las 09:05

Silencio, Chicharito: ¿obras mejor?

La violencia contra las mujeres en México es una realidad lacerante. Once feminicidios al día. Once vidas arrebatadas, once futuros truncados. Once familias destrozadas. Mientras este grito silencioso resuena en cada rincón del país, las palabras de Javier “Chicharito” Hernández caen como una losa, un eco discordante en medio de la lucha por la igualdad y el respeto. Sus declaraciones sobre el rol de la mujer, relegándola al ámbito doméstico y a tareas de cuidado, no solo son anacrónicas, sino que representan una profunda falta de sensibilidad ante la dolorosa realidad que viven miles de mujeres en el país.

Hablar de "erradicar la masculinidad" desde la comodidad de una posición privilegiada, ignorando la vulnerabilidad y la violencia sistemática a la que se enfrentan las mujeres a diario, es una muestra de la desconexión que existe entre algunos sectores de la sociedad y la lucha por la justicia social. El futbolista, desde su pedestal de fama y fortuna, parece olvidar la precariedad y la desigualdad que imperan en el fútbol femenino mexicano, donde las jugadoras han tenido que luchar incansablemente por salarios dignos y condiciones justas. Mientras él firmaba contratos millonarios en el extranjero, ellas se partían el alma en la cancha por una mínima fracción de esas ganancias, exigiéndoles siempre más por menos.

Las palabras de Hernández no son un simple "desliz", son una bofetada a la dignidad de todas las mujeres que día a día se esfuerzan por romper barreras y conquistar espacios en un mundo que históricamente las ha marginado. Son una ofensa a las futbolistas que luchan por la igualdad en un terreno desigual, a las periodistas que alzan la voz para visibilizar la violencia de género, a las entrenadoras, árbitras y a todas las mujeres que forman parte del mundo del fútbol.

Y la responsabilidad no recae únicamente en el futbolista. El silencio cómplice de las instituciones, de los clubes, de la Liga MX, de la FMF y de sus patrocinadores, es tan grave como las propias declaraciones. Callar ante la injusticia es normalizarla, perpetuarla. Es validar un discurso que atenta contra los derechos y la dignidad de las mujeres. Es urgente que estas instituciones tomen medidas contundentes, que implementen protocolos de género, que sancionen las conductas machistas y que promuevan una cultura de respeto e igualdad dentro y fuera de la cancha.

La respuesta de Mariana Gutiérrez, presidenta de la Liga MX Femenil, marca un precedente importante. Su compromiso con la creación de Comisiones de Género en todos los clubes es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, es necesario ir más allá. Es necesario que estas comisiones cuenten con el poder y los recursos necesarios para actuar con eficacia, que se implementen sanciones ejemplares para quienes incurran en conductas machistas y que se promueva una educación en igualdad desde las bases del fútbol.

En otras ligas del mundo, la lucha contra la discriminación y la violencia de género ha avanzado significativamente. Sanciones a jugadores por comentarios machistas, separación de futbolistas por abuso, códigos de conducta y protocolos de género son algunas de las medidas que se han implementado con éxito. Es hora de que el fútbol mexicano se sume a esta ola de cambio, que se ponga a la altura de las demandas de la sociedad y que se convierta en un espacio seguro e igualitario para todas las mujeres.

Las mujeres también llenamos estadios, compramos camisetas, vemos fútbol. Somos parte integral de este deporte y exigimos respeto. Exigimos que nuestras voces sean escuchadas, que nuestras demandas sean atendidas y que se nos trate con la dignidad que merecemos.

El verdadero liderazgo, como bien se ha dicho, no se mide por la cantidad de goles anotados, sino por la empatía y el respeto que se demuestra fuera de la cancha. Es hora de que Javier Hernández, y todos aquellos que utilizan su plataforma para difundir mensajes dañinos, comprendan esta lección. Es hora de que el fútbol mexicano asuma su responsabilidad y se convierta en un agente de cambio en la lucha por la igualdad de género. Es hora de que el silencio cómplice se rompa y que las voces de las mujeres, finalmente, sean escuchadas.

Fuente: El Heraldo de México