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22 de julio de 2025 a las 09:15

Florecen 500 jardines en la ciudad

En el corazón del Valle de México, donde el asfalto y el concreto parecen dominar el paisaje, florece una iniciativa que busca reconectar a la ciudadanía con la tierra y reconstruir el tejido social: Jardines para la Vida. Mucho más que un simple programa de entrega de plantas, esta iniciativa de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema) se erige como un faro de esperanza ante la creciente urbanización y la pérdida de áreas verdes.

La premisa es sencilla pero poderosa: sembrar. Sembrar no solo plantas, sino también posibilidades. Posibilidades de un futuro más verde, de una comunidad más unida, de una ciudad más resiliente. Ante la alarmante disminución de polinizadores y la consecuente amenaza a la biodiversidad, Jardines para la Vida emerge como una solución basada en la naturaleza, con un sólido fundamento científico y técnico.

La elección de las especies no es azarosa. Salvia mexicana, Dahlia coccinea, Cosmos bipinnatus… cada planta, cuidadosamente reproducida en viveros públicos como el de San Luis Tlaxialtemalco, representa una pieza fundamental del patrimonio biocultural del Valle de México. Se respetan los ritmos naturales de cada especie, se aplican prácticas tradicionales de recolección de semillas y se integra el conocimiento ecológico ancestral en cada etapa del proceso. No se trata simplemente de plantar, sino de reintroducir especies con historia, con memoria, con raíces que se entrelazan con la identidad de la región.

El éxito inicial del programa es palpable. Más de 500 jardines polinizadores ya han brotado en la ciudad, gracias a la entusiasta participación de una ciudadanía ávida de involucrarse en soluciones tangibles. Desde Iztapalapa, una de las alcaldías con menor índice de áreas verdes por habitante, hasta Tlalpan, Gustavo A. Madero y Coyoacán, la respuesta ha sido abrumadora. Universidades, escuelas primarias, peluquerías, azoteas vecinales, colectivos de adultos mayores… la diversidad de espacios que han acogido la iniciativa refleja la amplitud de su alcance y su capacidad para permear todos los estratos sociales.

Jardines para la Vida no se limita a la entrega de plantas. Educadores ambientales recorren la ciudad, no desde la comodidad de una oficina, sino a pie de calle, capacitando a los participantes, compartiendo saberes y sembrando codo a codo con quienes se han comprometido con el cuidado de estos nuevos espacios verdes. Este acompañamiento constante asegura la sostenibilidad del programa a largo plazo y fomenta la creación de una red viva, un tejido de ciudadanos comprometidos con la revitalización de su entorno.

Uno de los aspectos más conmovedores de esta iniciativa es su capacidad para tender puentes entre generaciones. Abuelas que transmiten su sabiduría herbolaria a los más pequeños, jóvenes que redescubren la riqueza natural de su ciudad, adultos mayores que encuentran en el cuidado de las plantas una fuente de bienestar emocional… Jardines para la Vida se convierte así en una herramienta para sanar no solo el paisaje urbano, sino también el tejido social, fortaleciendo los lazos comunitarios y promoviendo la reconexión con la naturaleza.

La meta de sembrar 4,500 jardines al final del sexenio es ambiciosa, pero la verdadera trascendencia del programa reside en su poder simbólico. Cada semilla plantada representa una esperanza, una posibilidad de un futuro más verde y un paso hacia una ciudad más habitable, donde la naturaleza y la comunidad florezcan en armonía.

Fuente: El Heraldo de México