
22 de julio de 2025 a las 09:25
Domina tu destino
La historia de Fauja Singh es un himno a la vida, una oda a la resiliencia del espíritu humano. Un hombre que, a una edad en la que la mayoría se resigna a la quietud, descubrió en la carrera una fuente de juventud, un bálsamo para el alma y una forma de desafiar los límites del tiempo. Imaginen, a los 89 años, cuando el cuerpo pide descanso, él se calzaba las zapatillas y se lanzaba a la conquista del asfalto. No se trataba solo de correr, sino de vivir, de celebrar cada paso como una victoria contra la adversidad.
Su vida, marcada por la tragedia y la pérdida, podría haber sido un preludio a la resignación, pero Fauja escogió un camino diferente. Transformó el dolor en impulso, la tristeza en energía, y encontró en el deporte un refugio, una terapia, un propósito. De las polvorientas calles de Bias, su pueblo natal, a los vibrantes escenarios de los maratones internacionales, su turbante amarillo se convirtió en un símbolo de perseverancia, un faro de esperanza para aquellos que buscan inspiración en los ejemplos de fortaleza. El "Tornado del Turbante", como lo apodaban, no solo corría, volaba sobre sus propias limitaciones, impulsado por una fuerza interior que parecía desafiar las leyes de la naturaleza.
Su filosofía de vida, sencilla pero profunda –"comer menos, correr más y ser feliz"– resume la esencia de su longevidad. No se trataba de fórmulas mágicas ni de secretos esotéricos, sino de una actitud vitalista, de un compromiso con el bienestar físico y emocional. Fauja comprendía que la felicidad no es un destino, sino un camino, un estado mental que se cultiva día a día, paso a paso.
La noticia de su muerte, tan abrupta e injusta, nos golpea con la fuerza de un relámpago. Nos indigna la forma en que se apagó esa llama que ardía con tanta intensidad, nos entristece la pérdida de un ejemplo de vida, de un hombre que nos enseñó que la edad es solo un número, que la vida se mide en experiencias, en superación, en la capacidad de encontrar la luz incluso en los momentos más oscuros.
Su legado, sin embargo, permanece. La imagen de Fauja cruzando la línea de meta, con una sonrisa radiante en el rostro, se graba en nuestra memoria como un recordatorio de que nunca es tarde para perseguir nuestros sueños, para desafiar nuestros miedos, para abrazar la vida con pasión y entusiasmo. Su historia nos invita a reflexionar sobre nuestro propio camino, a preguntarnos qué estamos haciendo con el tiempo que se nos ha dado, a buscar la felicidad en las pequeñas cosas, a correr nuestra propia maratón, sea cual sea la meta que nos hayamos propuesto.
Aunque el miedo a la vejez, a la fragilidad, a la pérdida, sea una constante en la vida humana, la historia de Fauja nos inspira a enfrentarlo con valentía, a encontrar en cada etapa de la vida una oportunidad para crecer, para aprender, para seguir corriendo, aunque sea a un ritmo diferente, hacia la meta final. Que su recuerdo nos impulse a vivir con la misma intensidad, con la misma alegría, con la misma determinación con la que él vivió cada uno de sus 114 años.
Fuente: El Heraldo de México