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22 de julio de 2025 a las 02:50

Oaxaca te espera: ¡Vive la Guelaguetza!

La magia de Oaxaca deslumbró a más de once mil almas reunidas en un pletórico Auditorio Guelaguetza. La Guelaguetza, palabra zapoteca que significa "dar y compartir", se vivió en toda su esencia, no solo como una festividad, sino como un acto de solidaridad. En esta 93ª edición, el corazón cultural de México latió con fuerza, destinando lo recaudado en la venta de boletos a la reconstrucción de la Costa oaxaqueña, azotada por el huracán Erick.

Desde la Rotonda de la Azucena, las notas del himno oaxaqueño "Dios nunca muere" de Macedonio Alcalá, mezcladas con el característico sonido de la chirimía, marcaron el inicio de la fiesta étnico-racial más grande de Latinoamérica. Patricia Casiano Zaragoza, representante de la Diosa Centéotl 2025, dio la bienvenida a esta tierra de magia, recordando que la Guelaguetza no es un mero espectáculo, sino una ofrenda a los pueblos originarios. Sus palabras, acompañadas por la Banda de Música de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, resonaron en el corazón de los presentes, junto al Gobernador Salomón Jara Cruz y la Presidenta Honoraria del Sistema DIF Oaxaca, Irma Bolaños Quijano.

Diecisiete delegaciones, embajadoras de la riqueza cultural oaxaqueña, desplegaron un abanico de danzas y tradiciones, confirmando las palabras del mandatario estatal sobre la paz y gobernabilidad que reinaron en esta primera función. El mundo entero fue testigo de la belleza artística de Oaxaca. Las Chinas Oaxaqueñas de Casilda Flores, con sus vistosas faldas floreadas, pañoletas y canastas rebosantes de flores, abrieron el festejo con el tradicional Jarabe del Valle, escoltadas por faroleros y maramoteros. Representantes diplomáticos de Dinamarca, Francia, Uruguay y los Países Bajos, junto a distinguidas figuras del gobierno federal y estatal, se unieron a la celebración.

La fiesta continuó con la representación del rito matrimonial de Santa María Teopoxco, de la Sierra de Flores Magón. Ciudad Ixtepec, del Istmo de Tehuantepec, cautivó con sus sones y cantos jeremeños, mientras que Miahuatlán de Porfirio Díaz, de la Sierra Sur, arrancó aplausos con el Palomo Miahuateco y El Guajolote. Desde la Costa, la Danza de los diablos de Collantes sorprendió al público, una expresión cultural usualmente reservada para la festividad de Muertos. Santiago Zacatepec Mixe, de la Sierra de Juárez, presentó su ceremonial Danza del Palangón, y Santo Domingo Zanatepec, del Istmo, recreó una boda zoque-zapoteca.

El Auditorio vibró con el Fandango de varitas y la mayordomía de Villa de Tututepec, al ritmo del cajón, el violín y la vara. El Fandango atzompeño y la bendición a los novios de Santa María Atzompa, de los Valles Centrales, compartieron escenario con la Boda tradicional triqui de San Juan Copala, de la Mixteca. La Heroica Ciudad de Tlaxiaco, tierra del sol, hizo ondear los sombreros al son de la Canción Mixteca de José López Alavez, seguida por San Juan Cacahuatepec, de la Costa, con sus chilenas, zapateados y versos pícaros.

El contagioso Jarabe usileño de San Felipe Usila, de la Cuenca del Papaloapan, dio paso a la majestuosa Danza de la Pluma de San Bartolo Coyotepec. Con sus imponentes penachos, los danzantes recrearon la batalla entre indígenas y españoles durante la conquista. El broche de oro de la función matutina lo puso la delegación Flor de Piña de San Juan Bautista Tuxtepec, con sus mujeres ataviadas con deslumbrantes huipiles de la Cuenca del Papaloapan.

La generosidad, inherente a la Guelaguetza, se manifestó en la tradicional regada de frutas y productos de cada región, un recordatorio de la riqueza y diversidad de Oaxaca. Un evento que no solo celebra la cultura, sino que también teje lazos de solidaridad y reafirma la identidad de un pueblo que comparte con el mundo la magia de sus tradiciones.

Fuente: El Heraldo de México