
21 de julio de 2025 a las 09:20
Habas morenas: ¿qué se cuece?
La narrativa de la superioridad moral ha sido una herramienta política eficaz para Morena. La idea de una transformación profunda, encarnada en individuos incorruptibles, resonó en un electorado deseoso de un cambio. "No somos iguales", se convirtió en un mantra, un escudo contra la crítica y una justificación para la impunidad. Esta estrategia, hábilmente utilizada por el expresidente López Obrador, permitió al partido consolidar su poder, minimizando las acusaciones de corrupción al atribuirlas a la malevolencia de la oposición. El discurso se centraba en la supuesta "ruindad" de los críticos, desviando la atención de los señalamientos y creando una atmósfera de polarización que beneficiaba al partido en el poder.
La oposición, involuntariamente, contribuyó a esta narrativa. Figuras desprestigiadas, con un historial cuestionable, se erigieron como los principales voceros de la crítica, lo que debilitó sus argumentos y reforzó la imagen de Morena como la única alternativa viable. Así, las denuncias de corrupción contra miembros del movimiento se diluían en el descrédito de quienes las formulaban, creando un círculo vicioso que blindaba al partido gobernante. La paradoja es evidente: las únicas acusaciones que prosperaron fueron contra la oposición, mientras que las dirigidas a Morena se ignoraron sistemáticamente.
Sin embargo, el escenario está cambiando. Las recientes acusaciones de corrupción provienen de fuentes internas, desde el propio seno del movimiento, e incluso del gobierno de Estados Unidos. Esta nueva dinámica dificulta la estrategia de desestimar las críticas y obliga a Morena a confrontar la realidad. La impunidad, amparada en la supuesta superioridad moral, se vuelve insostenible frente a la evidencia.
Es crucial reconocer que ningún partido político es inmune a la corrupción. La naturaleza humana, con sus ambiciones y debilidades, está presente en todas las instituciones. Negar esta realidad conduce a un peligroso camino de impunidad y erosiona la confianza ciudadana. Morena, a pesar de sus aciertos, no es la excepción. Los casos de excesos y corrupción entre sus miembros son cada vez más visibles, y la ciudadanía comienza a percibir que la responsabilidad recae en quienes ostentan el poder.
La presidenta Claudia Sheinbaum parece estar consciente de esta nueva realidad. Sus recientes acciones sugieren una disposición a romper con la narrativa de la superioridad moral y a enfrentar los problemas internos. Su actitud menos defensiva ante las acusaciones contra miembros de su partido indica una comprensión del riesgo que representan para su propio liderazgo y para la continuidad del proyecto político.
La "limpieza de la casa" se presenta como una necesidad imperante. Sheinbaum tiene la oportunidad de desmantelar el mito de la pureza y establecer mecanismos de rendición de cuentas dentro de su propio partido. Este proceso, sin duda, implicará enfrentar resistencias internas, pero es esencial para recuperar la credibilidad y fortalecer la confianza ciudadana. El futuro de Morena depende, en gran medida, de la capacidad de la Presidenta para reconocer los errores, asumir la responsabilidad y actuar con decisión. El electorado está atento y espera resultados concretos.
Fuente: El Heraldo de México