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21 de julio de 2025 a las 06:10
¡Alto a la gentrificación!
La sombra de la gentrificación se cierne nuevamente sobre la Ciudad de México. Unas 600 voces se alzaron el pasado fin de semana, recorriendo la emblemática Avenida Insurgentes, desde la estación Fuentes Brotantes hasta El Caminero, en un eco que resonó entre el asfalto y los edificios, un clamor contra la vorágine inmobiliaria que amenaza con desdibujar la identidad de barrios históricos. No fueron meros transeúntes, sino ciudadanos con historia, con raíces entrelazadas en el tejido urbano, defendiendo su derecho a la ciudad, a la permanencia, a la vida en comunidad.
La imagen de la marcha, un río humano fluyendo por la avenida, contrasta con la frialdad de las cifras: 600 personas, tres atenciones médicas menores, algunas pintas en un bajo puente. Pero detrás de estos datos, se esconde una lucha profunda, una resistencia contra la especulación inmobiliaria que, como una plaga silenciosa, avanza desplazando a comunidades enteras, transformando barrios vibrantes en zonas exclusivas, inaccesibles para quienes les dieron vida.
La movilización, que se desarrolló en un ambiente mayoritariamente pacífico, según informes oficiales, tuvo como epicentro el megaproyecto inmobiliario de Fuentes Brotantes 134, en Santa Úrsula Xitla. Un proyecto que, como una herida abierta en el corazón del sur de la capital, simboliza la problemática de la gentrificación. La tala de más de 300 árboles, la amenaza a un centenar de especies, el daño a un bosque y un manantial, son las acusaciones que pesan sobre este desarrollo, acusaciones que se convierten en un grito desesperado ante la crisis hídrica que acecha a la ciudad.
No se trata solo de ladrillos y cemento, sino de un atentado contra el equilibrio ecológico, contra el patrimonio natural que define la identidad de la ciudad. Es la lucha por el agua, por el aire limpio, por el derecho a un entorno habitable, una batalla que se libra en las calles, en los tribunales, en la conciencia de cada ciudadano.
Las palabras de Damaris Espinoza, de Accionario, una de las organizaciones convocantes, resuenan con fuerza: "Estamos muy en contra de que se mercantilice la vivienda… hay muchas personas que están siendo desplazadas de sus hogares y de estos espacios en los que, claro, que había comunidad y barrio". Una declaración que resume el sentir de muchos, el temor a la pérdida de la identidad, del sentido de pertenencia, de la vida en comunidad. La gentrificación no solo desplaza físicamente, sino que también fragmenta el tejido social, erosiona la memoria colectiva, homogeniza la cultura urbana.
La presencia de personal de la Subsecretaría de Concertación Política, Prevención y Buen Gobierno, así como de la Brigada de Diálogo y Convivencia, es una señal, aunque tímida, de la importancia que las autoridades otorgan a este tema. Sin embargo, la verdadera solución radica en un cambio profundo de paradigma, en una política urbana que priorice el bienestar de las comunidades por encima de los intereses económicos de unos pocos. Se necesita una regulación efectiva del mercado inmobiliario, una apuesta por la vivienda social, una planificación urbana que respete la identidad de los barrios y garantice el derecho a la ciudad para todos.
La lucha contra la gentrificación es una lucha por el futuro de la Ciudad de México, una lucha por una ciudad más justa, más equitativa, más habitable. Una ciudad donde la vivienda sea un derecho, no un privilegio. Una ciudad donde la comunidad sea el corazón, no la mercancía.
Fuente: El Heraldo de México