
21 de julio de 2025 a las 09:20
¡Alerta! Trump: ¿Qué hacemos ahora?
La adicción a las drogas en Estados Unidos no es un problema nuevo, sino una crisis de salud pública que ha estado latente durante décadas. Las alarmantes cifras de muertes por sobredosis, especialmente por opioides como el fentanilo, son un trágico recordatorio de la magnitud del problema. Sin embargo, en lugar de abordar las causas profundas de esta epidemia, la narrativa dominante, impulsada por figuras como Donald Trump, se centra en la culpabilización externa, señalando a México y sus cárteles como los únicos responsables. Esta visión simplista y xenófoba ignora la compleja realidad del narcotráfico y perpetúa un ciclo de acusaciones que no resuelve el problema de fondo.
La demanda de drogas en Estados Unidos es el verdadero motor de este negocio ilícito. Millones de estadounidenses consumen drogas, generando una inmensa cantidad de dinero que alimenta a los cárteles. Este flujo constante de capital no solo enriquece a las organizaciones criminales, sino que también se filtra en la economía estadounidense a través del lavado de dinero y otras actividades ilícitas. Mientras la demanda persista, la oferta encontrará la manera de satisfacerla, independientemente de las medidas represivas que se implementen.
Es crucial comprender que los cárteles mexicanos no operan en el vacío. La corrupción y la complicidad de actores dentro de Estados Unidos, incluyendo funcionarios gubernamentales, agentes de la ley y el sector financiero, son factores clave que facilitan el tráfico de drogas. Sin la colaboración de redes criminales estadounidenses, los cárteles tendrían muchas más dificultades para distribuir sus productos en el territorio estadounidense. Enfocarse únicamente en la erradicación de los cárteles en México, sin abordar la corrupción y la demanda interna, es una estrategia condenada al fracaso.
La nueva administración de Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad de cambiar el discurso y exigir una colaboración más efectiva con Estados Unidos. En lugar de aceptar pasivamente las acusaciones, México debe presionar a Estados Unidos para que asuma la responsabilidad de su propio problema de consumo de drogas. Esto implica invertir en programas de prevención y tratamiento de adicciones, así como perseguir con mayor rigor a las redes criminales que operan dentro de sus fronteras.
Además, es fundamental que los medios de comunicación jueguen un papel más responsable en la cobertura de este tema. En lugar de replicar la retórica simplista y sensacionalista, es necesario investigar a fondo las causas y consecuencias del narcotráfico, incluyendo la participación de actores estadounidenses en el negocio. Se debe dar voz a las víctimas de la adicción y a los expertos en salud pública, para ofrecer una perspectiva más completa y equilibrada del problema.
Finalmente, es imperativo reconocer que la lucha contra el narcotráfico es una responsabilidad compartida. Tanto México como Estados Unidos deben trabajar juntos para abordar las causas profundas de la crisis, en lugar de buscar chivos expiatorios. Solo a través de la cooperación y el compromiso mutuo se podrá lograr un progreso real en la erradicación de este flagelo que afecta a ambas naciones. Ignorar la realidad del consumo interno y la complicidad estadounidense solo perpetuará el ciclo de violencia y adicción.
Fuente: El Heraldo de México