
20 de julio de 2025 a las 04:30
El llanto de La Llorona te espera este verano
La Llorona: Un grito que resuena a través de los siglos en México.
Más allá de una simple leyenda, La Llorona se erige como un símbolo profundamente arraigado en la identidad mexicana. Su llanto desgarrador, en busca de los hijos que perdió, ha trascendido generaciones, entretejiéndose con la historia y las creencias de diversas regiones del país. Desde los tiempos prehispánicos hasta la actualidad, su presencia se manifiesta en relatos orales, representaciones artísticas e incluso investigaciones académicas que buscan desentrañar el misterio y la fascinación que despierta.
Su origen se remonta a figuras mitológicas mesoamericanas, como Cihuacóatl, la diosa de la fertilidad, la guerra y la muerte. Las crónicas del siglo XVI, escritas por frailes como Bernardino de Sahagún, ya recogían testimonios de una mujer espectral vestida de blanco que vagaba por la antigua Tenochtitlan, presagiando la caída del imperio azteca con su lamento: "¡Ay, mis hijos! ¿A dónde os llevaré?". Con la llegada de los españoles, la leyenda se transformó, incorporando elementos de la cultura europea. La Llorona se convirtió en una mujer mestiza, traicionada por un amante español, que en su desesperación ahoga a sus hijos y luego se quita la vida, condenándose a una eterna búsqueda. Sin embargo, muchas comunidades indígenas aún mantienen viva la versión prehispánica, honrando la riqueza del folclore mexicano.
Si bien su presencia se siente en todo el territorio mexicano, existen lugares donde la leyenda cobra una fuerza especial, atrayendo a aquellos que buscan experimentar el misterio y el terror. Para quienes desean un viaje diferente estas vacaciones de verano, les presentamos cinco destinos donde la belleza natural se entrelaza con la inquietante presencia de La Llorona.
Xochimilco, en la Ciudad de México, se considera la cuna de la leyenda. Sus canales y chinampas son escenario de numerosos testimonios de personas que afirman haber escuchado sus lamentos en la madrugada, acompañados por los aullidos de los perros. Cada año, la Secretaría de Cultura organiza una impresionante representación teatral nocturna en la Laguna de Tlilac, combinando música prehispánica, cantos en náhuatl, danza y proyecciones, creando una atmósfera mágica y sobrecogedora.
En Tlaxcala, los habitantes de Huamantla y San Pablo del Monte cuentan historias de apariciones a orillas del río y en las barrancas. Su grito, dicen, es una advertencia para los hombres infieles y los jóvenes que caminan solos de noche, mezclando el terror con una moraleja.
Oaxaca, con sus ciudades coloniales y callejones empedrados, ofrece un escenario perfecto para la leyenda. Aquí, La Llorona no solo busca a sus hijos, sino que también protege a los niños perdidos o abandonados. Su figura se convierte en un ente protector, aportando una nueva dimensión a la historia.
En las zonas arqueológicas de Mitla, las comunidades zapotecas y mixtecas han incorporado a La Llorona en sus relatos orales. Se dice que su llanto se escucha cerca de los túneles y vestigios prehispánicos, uniendo el mundo sobrenatural con la visión indígena de la muerte y la memoria ancestral.
Finalmente, en Querétaro, los guías turísticos incluyen la leyenda en sus recorridos nocturnos, señalando apariciones en la ribera del río y en los callejones oscuros. Su grito desesperado, que paraliza a quienes lo escuchan, se convierte en un elemento central de las narraciones locales, enriqueciendo el patrimonio intangible del estado.
La Llorona, más que una simple leyenda de terror, es un fenómeno cultural que conecta emociones profundas, cosmovisiones ancestrales y experiencias colectivas. Su persistencia a través del tiempo demuestra la capacidad de los mitos para adaptarse y sobrevivir, manteniendo viva la historia y la identidad de México. En un mundo cada vez más globalizado, La Llorona se alza como un símbolo de la riqueza cultural del país, un grito que resuena a través de los siglos, recordándonos nuestras raíces y la importancia de preservar nuestras tradiciones.
Fuente: El Heraldo de México