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21 de julio de 2025 a las 02:50
Desvela el misterio: El Bloque Negro
La sombra del Bloque Negro se cierne sobre las manifestaciones, un espectro que despierta inquietud y controversia. Su presencia, aunque minoritaria, imprime una huella imborrable en la narrativa de la protesta social, a menudo eclipsando las demandas legítimas de la mayoría. Desde las calles de Seattle en 1999 hasta las recientes movilizaciones en México, su accionar violento, marcado por la destrucción de mobiliario urbano y los ataques a comercios, genera un debate complejo sobre los límites de la acción directa y la legitimidad de la protesta.
¿Quiénes son estos encapuchados que se ocultan tras el negro anonimato? ¿Son meros agitadores o la expresión radicalizada de un descontento social profundo? A diferencia de las organizaciones políticas tradicionales, el Bloque Negro se define más por una táctica que por una ideología cohesiva. Sus integrantes, unidos por lazos de afinidad y confianza, no siempre comparten las mismas convicciones políticas que los convocantes de las marchas a las que se adhieren. Su objetivo, según algunos analistas, trasciende las demandas específicas de cada movilización, apuntando a la desestabilización del sistema global y al cuestionamiento de las estructuras de poder.
La globalización, vista como un instrumento de dominación económica y cultural, se convierte en el principal enemigo de estos grupos heterogéneos. Bancos, multinacionales y símbolos del capitalismo se transforman en blancos de su furia iconoclasta, una expresión visceral de rechazo al orden establecido. Sin embargo, la violencia no es el único componente de su repertorio. En ocasiones, el Bloque Negro también despliega acciones de protección a otros manifestantes o brinda asistencia médica a los heridos, mostrando una faceta contradictoria que dificulta su encasillamiento.
Su organización, efímera y descentralizada, dificulta su seguimiento por parte de las autoridades. Los "grupos de afinidad", pequeños núcleos de entre cinco y veinte personas, surgen y se disuelven con la misma rapidez, como fantasmas que se materializan en la efervescencia de la protesta para luego desvanecerse en la anonimidad. Esta estructura flexible, basada en la confianza interpersonal y la afinidad ideológica, les permite actuar con una agilidad sorprendente, evadiendo los controles y burlando la vigilancia.
El debate sobre la legitimidad de sus acciones continúa abierto. Mientras algunos los consideran vándalos que desvirtúan el sentido de la protesta, otros ven en ellos la expresión extrema de una frustración social legítima, una respuesta radical a la sordera de las instituciones y la desigualdad creciente. Más allá de las etiquetas y las condenas fáciles, la figura del Bloque Negro nos interpela a reflexionar sobre las causas profundas del malestar social y la necesidad de encontrar canales de expresión pacíficos y constructivos para el descontento ciudadano. ¿Es la violencia la única vía para hacerse oír en un mundo cada vez más polarizado? ¿Cómo canalizar la indignación social sin caer en la destrucción y el caos? Estas son algunas de las preguntas que la sombra del Bloque Negro nos obliga a plantearnos.
La complejidad del fenómeno exige un análisis que vaya más allá de la simple condena o la justificación simplista. Entender las motivaciones, las dinámicas internas y el contexto social en el que se desarrolla el Bloque Negro es fundamental para abordar el problema de la violencia en las manifestaciones y buscar soluciones que permitan la expresión pacífica del descontento social. El desafío, sin duda, es encontrar un equilibrio entre el derecho a la protesta y la necesidad de preservar el orden público, un reto que exige diálogo, comprensión y la búsqueda de soluciones que beneficien a todos los sectores de la sociedad.
Fuente: El Heraldo de México