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19 de julio de 2025 a las 09:20

Secretos Oscuros: Epstein y las Similitudes

La sombra de Epstein se alarga, amenazando con engullir la narrativa del segundo mandato de Trump (2025-2029). Aquella promesa de campaña, la de revelar la infame "lista de Epstein", resuena ahora con una ironía cruel. Lo que en su momento se presentó como una cruzada contra la élite corrupta, una purga moral que resonaba con el anhelo de justicia del pueblo estadounidense, se ha convertido en un espejo que refleja las propias contradicciones del presidente. El morbo que alimentó, la sed de ver caer a los poderosos, se vuelve ahora contra él.

La lista, ese registro de nombres que supuestamente vincula a figuras prominentes con los turbios negocios de Epstein, se convierte en la espada de Damocles que pende sobre la cabeza de Trump. Lo que antes era un arma arrojadiza contra sus oponentes, un rumor convenientemente dirigido contra demócratas y artistas críticos, se transforma en un bumerán que regresa con fuerza inusitada. La promesa de transparencia se convierte en un velo opaco, en un intento desesperado por silenciar las voces que exigen la verdad.

El presidente, atrapado en la telaraña de sus propias palabras, oscila entre la negación y la justificación. Primero, la inexistencia de la lista, una afirmación que se desmorona ante la presión creciente de la opinión pública. Luego, la felicitación a Epstein por su cumpleaños, un gesto que, aunque intente minimizarlo, alimenta las sospechas de una conexión más profunda. El mensaje críptico, la insinuación de un conocimiento compartido, siembra la duda en la mente de quienes observan el desarrollo de los acontecimientos.

Ante la presión implacable, Trump cede, ordenando la publicación parcial de los documentos. Un gesto calculado, una concesión a medias que busca aplacar el clamor popular sin revelar la verdad completa. La Fiscal General, Pam Bondi, republicana, se convierte en pieza clave de esta estrategia, solicitando al juez federal la liberación controlada de la información. Un acto que, lejos de tranquilizar las aguas, aviva las llamas de la controversia.

Lo más sorprendente, quizás, es la procedencia de las voces más críticas. No son los demócratas, sus eternos rivales, quienes exigen con mayor vehemencia la transparencia en este caso, sino sus propios correligionarios republicanos. Un escenario que se asemeja, de manera inquietante, al panorama político mexicano, donde la presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta la oposición interna de su propio partido, Morena. Una lucha fratricida que, si bien difiere en sus motivaciones, revela la fragilidad del poder y la complejidad de las lealtades políticas.

Mientras en Estados Unidos los republicanos presionan a Trump para que aclare su relación con Epstein y el escándalo de prostitución y pedofilia, en México la respuesta a los llamados de Sheinbaum contra el nepotismo dentro de Morena es, en el mejor de los casos, tibia. Dos realidades, dos países, un denominador común: la lucha por el poder y las sombras que se proyectan sobre quienes lo ostentan.

Trump, emulando las tácticas de distracción que tanto critica, recurre a la cortina de humo del escándalo. Las críticas a las autoridades mexicanas, la nueva legislación sobre el contenido calórico de los alimentos, son maniobras para desviar la atención del tema central: la lista de Epstein y su posible implicación.

Pero la estrategia más preocupante, tanto en Estados Unidos como en México, es el desmantelamiento del aparato de justicia. El despido fulminante de Maurene Comey, fiscal del Departamento de Justicia en Nueva York, encargada del caso Epstein, es un ejemplo claro de cómo Trump utiliza su poder para protegerse a sí mismo y a su círculo cercano. Una purga selectiva que elimina a aquellos que podrían representar una amenaza para su gobierno.

Y en el colmo del cinismo, Trump culpa a Obama, a Hillary Clinton, a Comey, de la existencia de los documentos, presentándose como víctima de una conspiración. Un discurso que recuerda, inevitablemente, a las acusaciones contra Calderón en México. Dos líderes, dos países, una misma estrategia: la victimización como escudo protector.

La tragedia de esta historia es que, mientras ambos gobiernos se copian las malas prácticas, las buenas parecen quedar en el olvido. La transparencia, la justicia, la rendición de cuentas, son valores que se sacrifican en el altar del poder. Y la sombra de Epstein, mientras tanto, sigue alargándose.

Fuente: El Heraldo de México