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19 de julio de 2025 a las 09:10

Descubre el Hemiciclo a Juárez

La historia del Hemiciclo a Juárez, un ícono de la Ciudad de México, es una historia de contrastes, de esplendor y deterioro, de veneración y vandalismo. Un monumento que ha sido testigo silencioso del devenir de la capital, desde los fastuosos festejos porfirianos hasta las complejas realidades del siglo XXI. Hoy, lamentablemente, se encuentra enclaustrado tras vallas metálicas, una imagen que contrasta con la idea original de un espacio público abierto a la convivencia.

Recordemos sus orígenes. No siempre existió el Hemiciclo. En su lugar se alzaba el Pabellón Morisco, una joya arquitectónica traída desde la Exposición Universal de París de 1888. Imaginen la escena: un elegante kiosco de elaborados detalles moriscos, donde se celebraban los sorteos de la lotería y resonaba la algarabía de los capitalinos. Este pabellón, construido por Ramón de Ibarrola, fue desmantelado para dar paso al monumento a Juárez, una decisión que en su momento generó controversia.

La construcción del Hemiciclo, ordenada por Porfirio Díaz, fue una obra apresurada, concluida en tan solo diez meses. El 18 de septiembre de 1910, en el marco de las celebraciones del Centenario de la Independencia, se inauguró el monumento. La imponente figura de Juárez, esculpida en mármol de Carrara por el italiano Lanzaroni, se alzaba majestuosa, coronada por un ángel y flanqueada por dos leones. Una obra que buscaba inmortalizar la figura del Benemérito de las Américas, pero que también se inscribía en el ambicioso programa de modernización y embellecimiento de la ciudad impulsado por el régimen porfirista.

El costo de la obra, según relata Salvador Novo, fue considerable: 390,685.96 pesos, una cifra exorbitante para la época. Los leones, cada uno de 9 toneladas, simbolizaban la fuerza y la justicia. La descripción detallada de la Enciclopedia Temática de la Delegación Cuauhtémoc de 1994 nos permite visualizar la obra en todo su esplendor: "El águila nacional de alas desplegadas y sostenida por dos pilastras, de las que parten, a uno y otro lado, dos leones en actitud de reposo".

Pero incluso antes de la existencia del Hemiciclo, la figura de Juárez ya era objeto de atención, aunque no siempre de la manera más respetuosa. El anecdótico episodio de Arnulfo Arroyo, quien en 1897 agredió a Porfirio Díaz, confundiéndolo con Juárez, nos revela la presencia de un descontento social que se manifestaba incluso en actos simbólicos de violencia.

A lo largo del siglo XX, el Hemiciclo a Juárez se convirtió en un punto de encuentro, un lugar de referencia en la ciudad. "Te veo en el Hemiciclo a Juárez", era una frase común. Sin embargo, el paso del tiempo y los actos vandálicos han deteriorado el monumento. La imagen actual del Hemiciclo, rodeado de vallas, es un reflejo de la vulnerabilidad del patrimonio cultural ante la violencia y la indiferencia. "Nos vemos al otro lado del Hemiciclo a Juárez", se dice ahora, una frase que denota la distancia impuesta por las barreras metálicas, y que nos invita a reflexionar sobre la importancia de proteger y preservar nuestro legado histórico. La historia del Hemiciclo es un recordatorio de que la memoria colectiva, al igual que los monumentos que la representan, necesita ser cuidada y protegida para que las futuras generaciones puedan apreciarla y aprender de ella.

Fuente: El Heraldo de México