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18 de julio de 2025 a las 09:35

Vive la experiencia como invitado

La cuenta regresiva hacia la Copa Mundial de la FIFA 2026 avanza inexorablemente, y la atmósfera que debería vibrar con la energía contagiosa de la fiesta futbolística más grande del planeta, se percibe, al menos en México, extrañamente apagada. Una bruma de incertidumbre, alimentada por la falta de una comunicación clara y una estrategia visible, empaña el entusiasmo que debería estar ya desbordándose en las calles. A diferencia de ediciones anteriores, donde la expectativa crecía a la par del calendario, en esta ocasión la emoción parece estar contenida, casi silenciada.

Mientras que Estados Unidos acapara los reflectores, no siempre por las razones correctas, y Canadá avanza con paso firme en su organización, México, un país con una rica historia mundialista, parece navegar a la deriva, sin un rumbo definido. La reciente polémica en torno a la sede del partido inaugural, aunque desmentida por las más altas esferas del gobierno, dejó al descubierto una preocupante fragilidad en la gestión de la imagen del país como anfitrión. Que se haya tenido que recurrir a la intervención de la Jefa de Gobierno y de la propia Presidenta para acallar las especulaciones, es un síntoma de la falta de una narrativa sólida y proactiva.

La ausencia de una campaña de comunicación masiva que involucre a la sociedad, que active el espíritu festivo y que proyecte la imagen de un México preparado y entusiasmado para recibir al mundo, es palpable. A menos de un año del evento, la falta de visibilidad de las acciones gubernamentales y la escasa participación del sector privado en la promoción del Mundial, generan inquietud y despiertan interrogantes sobre la capacidad del país para capitalizar la oportunidad histórica que representa ser sede, por tercera vez, de este evento global.

En contraste con la discreción mexicana, la figura de Donald Trump, ex presidente de Estados Unidos, se proyecta con fuerza, a veces de manera controvertida, en el panorama mundialista. Su reciente aparición en la celebración del Chelsea durante el Mundial de Clubes, y las versiones que circularon sobre su intención de quedarse con el trofeo, más allá de la anécdota, reflejan una clara intención de apropiarse simbólicamente del evento. Esta postura agresiva, sumada a las recientes políticas migratorias implementadas por el gobierno estadounidense, añade un elemento de complejidad a la organización del Mundial y plantea interrogantes sobre el impacto que estas medidas podrían tener en la afluencia de visitantes.

En este escenario tripartita, donde cada país anfitrión enfrenta sus propios desafíos, México tiene la imperiosa necesidad de definir una estrategia de comunicación clara, contundente y emocional que le permita reafirmar su liderazgo regional, proyectar una imagen positiva del país y conectar con la afición global. No se trata solo de organizar partidos de fútbol, se trata de construir una experiencia memorable para millones de personas y de dejar un legado tangible para las futuras generaciones.

El tiempo apremia. Es hora de que México despierte del letargo y se sume con pasión y creatividad a la fiesta mundialista. El silencio, en este contexto, no es una opción.

Fuente: El Heraldo de México