La alegría y la música festiva de la Feria del Carmen en Puebla se vieron súbitamente interrumpidas por un incidente que dejó a más de uno con el corazón en la garganta. Una joven, en busca de diversión en el clásico juego mecánico conocido como "remolino", vivió momentos de terror al ser expulsada de su asiento en pleno giro. Imaginen la escena: las luces parpadeantes, la música a todo volumen y, de repente, una figura que sale disparada del remolino, rompiendo la inercia circular y la tranquilidad de la noche.

Afortunadamente, y casi de milagro, la joven no sufrió lesiones de gravedad. Si bien el impacto fue inevitable, pudo ponerse de pie por sus propios medios, visiblemente conmocionada por la experiencia. Aunque los responsables del juego mecánico le brindaron asistencia inmediata, la ausencia de una revisión paramédica genera interrogantes sobre los protocolos de seguridad implementados en la feria. ¿Es suficiente la buena voluntad de los operadores o se necesita una presencia médica obligatoria para atender este tipo de eventualidades? La pregunta queda en el aire, junto con la preocupación latente de que un incidente similar, quizás con consecuencias más graves, pueda repetirse.

Este evento no fue el único que empañó la festividad. Un cortocircuito, originado por la conexión irregular de varios puestos y juegos mecánicos a la red eléctrica mediante los peligrosos "diablitos", puso en evidencia la precariedad de las instalaciones eléctricas en la feria. Las calles del Centro Histórico, habitualmente iluminadas por el fervor de la celebración, se sumieron en la oscuridad. El incidente no se limitó a un simple apagón. El cortocircuito provocó un conato de incendio que, por fortuna, fue controlado rápidamente por los elementos de Protección Civil y la policía. La imagen del humo ascendiendo entre los puestos de comida y los juegos mecánicos, sin duda, grabó una escena de inquietud en la memoria de los presentes.

La rápida intervención de las autoridades evitó una tragedia mayor. Sin embargo, estos incidentes nos obligan a reflexionar sobre la importancia de la seguridad en eventos masivos como la Feria del Carmen. ¿Se están realizando las inspecciones necesarias a los juegos mecánicos? ¿Se está controlando adecuadamente el uso de la energía eléctrica por parte de los comerciantes? ¿Existe un plan de contingencia eficaz para responder ante emergencias de este tipo?

La diversión no debe estar reñida con la seguridad. Las autoridades, los organizadores de eventos y los propios ciudadanos tenemos la responsabilidad de garantizar que las festividades se desarrollen en un entorno seguro, donde la alegría no se vea opacada por el temor a un accidente. El caso de la joven expulsada del remolino y el conato de incendio son un llamado de atención que no podemos ignorar. Es necesario implementar medidas más rigurosas para prevenir futuros incidentes y asegurar que la Feria del Carmen, y todas las festividades que se celebran en nuestra ciudad, sean sinónimo de alegría, tradición y, sobre todo, seguridad para todos.