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18 de julio de 2025 a las 22:15

Señal discreta: auxilio para mujeres en peligro

La sombra de la violencia de género se cierne pesada sobre México, un país donde ser mujer implica navegar un laberinto de peligros cotidianos. Desde las calles que deberían ser espacios de tránsito seguro, hasta la intimidad del propio hogar, el riesgo acecha constante. Las cifras, frías y contundentes, nos hablan de una realidad escalofriante: miles de feminicidios registrados en la última década, nombres como Debhani, Fátima, Abri y Valeria grabados a fuego en la memoria colectiva, símbolos trágicos de una lucha que parece no tener fin. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, la vida de una mujer siga pendiendo de un hilo, sujeta a la voluntad de un agresor?

La impunidad, la normalización de la violencia y la falta de una respuesta contundente por parte de las autoridades son factores que perpetúan este ciclo de horror. Si bien la tipificación del feminicidio como delito representa un avance en la legislación, la realidad demuestra que las leyes, por sí solas, no son suficientes. Se necesita un cambio profundo, una transformación cultural que erradique de raíz la misoginia y la discriminación que alimentan la violencia.

Ante la ineficacia de las medidas implementadas, las mujeres han tenido que desarrollar sus propias estrategias de supervivencia. La señal de auxilio creada por la Fundación de Mujeres Canadienses, un gesto discreto pero cargado de significado, se ha convertido en un símbolo de resistencia, una herramienta de autodefensa en un mundo que a menudo les niega la protección. Cerrar el pulgar sobre la palma y cubrirlo con los demás dedos, un movimiento casi imperceptible, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Más allá de las estadísticas, es fundamental recordar que detrás de cada número hay una historia, una vida truncada, una familia destrozada. Los hijos de las víctimas, huérfanos a temprana edad, son el testimonio más doloroso del impacto devastador de la violencia de género. Miles de niños y niñas que crecen sin la presencia de sus madres, marcados por una ausencia irreparable. ¿Qué futuro les espera a estos pequeños, víctimas colaterales de una sociedad que ha fallado en proteger a sus mujeres?

Es imperativo que la sociedad en su conjunto se involucre en esta lucha. No podemos seguir siendo espectadores pasivos ante la tragedia que se desarrolla día a día. La educación en igualdad, la deconstrucción de los roles de género, la creación de redes de apoyo y la exigencia de justicia son pilares fundamentales para construir un futuro donde las mujeres puedan vivir libres de violencia. El silencio nos hace cómplices. Es hora de alzar la voz, de exigir un cambio real y duradero, de construir un México donde ser mujer no sea sinónimo de peligro.

Fuente: El Heraldo de México