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18 de julio de 2025 a las 09:45

Libérate del miedo

La crisis de salud en México no es un secreto. Es una herida abierta que sangra a diario en la silenciosa desesperación de quienes recorren hospitales en busca de una cura, una medicina, una esperanza. Mientras la atención mediática y política se centra en los ecos de juicios internacionales, la realidad nacional nos golpea con la crudeza de un sistema de salud fracturado. No se trata de minimizar la importancia de la lucha contra la corrupción, pero ¿de qué sirve perseguir fortunas ilícitas si no podemos garantizar el acceso a un servicio de salud digno?

La promesa de un abasto completo de medicamentos para julio de 2025 se desdibuja ante la persistente escasez en clínicas y hospitales. Las estadísticas oficiales pintan un panorama optimista, un 96% de abasto, pero la realidad en los consultorios es otra. Los médicos, con las manos atadas, se ven obligados a recetar lo disponible, no lo necesario, jugando a la ruleta rusa con la salud de sus pacientes. En muchos estados, el personal médico trabaja a destajo, con carencias que van desde gasas y suturas hasta anestesia, poniendo en riesgo la vida de quienes acuden en busca de ayuda.

¿Y dónde queda el crimen organizado en esta ecuación? Su sombra se extiende más allá de la violencia palpable, infiltrándose en el acceso a la salud. En zonas bajo su control, las brigadas médicas no pueden ingresar, las campañas de vacunación se suspenden y el miedo paraliza a la población. La violencia no solo mata, también condena a la enfermedad y a la falta de atención.

Las "Rutas de la Salud", la nueva estrategia del gobierno, se presentan como una luz al final del túnel. Sin embargo, su implementación se enfrenta a la dura realidad de un país donde la inseguridad limita el acceso a las comunidades más vulnerables. ¿Cómo garantizar la llegada de estas rutas a lugares donde ni las ambulancias se atreven a entrar? ¿Qué mecanismos se han implementado para asegurar su abastecimiento, organización, supervisión y seguridad? Estas preguntas no son ataques, son la voz de la preocupación, la exigencia de transparencia y eficacia.

La transformación del sistema de salud no puede ser un parche aislado. Requiere un enfoque integral que aborde la raíz del problema: la inseguridad. Necesitamos una política de seguridad robusta que garantice las condiciones mínimas para que las brigadas médicas puedan operar, para que los centros de salud abran sus puertas sin temor y para que la población pueda acceder a la atención médica sin arriesgar su vida.

No podemos seguir mirando hacia otro lado mientras nuestra gente sufre. Es hora de dejar de lado las distracciones y concentrarnos en la reconstrucción de un sistema de salud que esté a la altura de las necesidades de todos los mexicanos. La responsabilidad fiscal debe ser una prioridad, con recursos etiquetados, auditables y suficientes. El pueblo mexicano es solidario, siempre dispuesto a ayudar, pero necesita la certeza de que el gobierno está comprometido con soluciones realistas y bien planeadas.

Los grandes anuncios y las promesas vacías no curan enfermedades. Necesitamos acciones concretas, programas que lleguen a quienes más los necesitan, sin obstáculos ni intermediarios. Y, sobre todo, necesitamos la organización de la sociedad civil. Mientras la política se polariza, la gente sigue trabajando, ayudando, resistiendo. Ahí reside la verdadera esperanza.

Sí, da vergüenza haber llegado a este punto. Pero mayor vergüenza sería no hacer nada para cambiarlo. Por el México que soñamos, por el México que merecemos, la lucha por una salud digna siempre valdrá la pena.

Fuente: El Heraldo de México