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18 de julio de 2025 a las 09:00

Gaza: Iglesia bombardeada, 4 muertos

El eco de las explosiones aún resuena en los corazones de la comunidad católica de Gaza. La Iglesia de la Sagrada Familia, un faro de esperanza y fe en medio de la tormenta, yace ahora en ruinas, silenciada por la violencia. El humo y el polvo, testigos mudos de la tragedia, se mezclan con el incienso que solía perfumar sus muros. La tarde del 17 de julio quedará grabada a fuego en la memoria colectiva, no solo como el día en que las bombas cayeron sobre un lugar sagrado, sino como el día en que la barbarie intentó apagar la llama de la espiritualidad.

Es difícil comprender la magnitud del dolor que embarga a los gazatíes. La pérdida de vidas humanas, el sufrimiento de los heridos, la destrucción de un símbolo de unidad y consuelo… Imaginen la escena: los fieles reunidos en oración, buscando refugio en la casa de Dios, y de pronto, el estruendo ensordecedor, el caos, la desesperación. Entre los escombros, los rostros llenos de pánico, la búsqueda frenética de supervivientes, el llanto desgarrador por los que ya no están.

La figura del Padre Gabriel Romanelli, amigo personal del Papa Francisco, herido entre los escombros, añade una capa más de angustia a esta tragedia. El Santo Padre, quien durante meses elevó sus plegarias por la subsistencia de esta iglesia, un oasis de paz en un desierto de conflicto, seguramente siente un profundo dolor al ver cómo sus súplicas han sido respondidas con la destrucción. La imagen del Papa Francisco rezando por la paz en Gaza, con la preocupación reflejada en su rostro, contrasta con la crudeza de las imágenes que nos llegan desde la Franja.

El comunicado del Patriarcado Latino de Jerusalén, con sus palabras de condena y dolor, refleja el sentir de toda la comunidad cristiana. Sus palabras, cargadas de impotencia y tristeza, nos recuerdan que esta tragedia no es un hecho aislado, sino un capítulo más en la larga historia de sufrimiento que vive la población de Gaza. "La muerte y el sufrimiento están en todas partes", una frase que resume la desgarradora realidad de una región atrapada en un ciclo interminable de violencia.

La solidaridad internacional se hace presente en estos momentos de oscuridad. Desde la Santa Sede hasta los gobiernos de todo el mundo, se alzan voces de condena y se pide el cese inmediato de las hostilidades. Pero más allá de las declaraciones oficiales, es necesario un compromiso real y efectivo para poner fin a este conflicto que ha cobrado demasiadas vidas inocentes.

¿Hasta cuándo seguirá la sangre derramada en Tierra Santa? ¿Cuándo se impondrá la razón sobre la violencia? La destrucción de la Iglesia de la Sagrada Familia en Gaza no es solo un ataque contra un edificio, es un ataque contra la esperanza, contra la fe, contra la humanidad misma. Es un llamado urgente a la paz, un grito desesperado que clama por un futuro diferente para las futuras generaciones. Un futuro donde los templos sean lugares de encuentro y no de muerte, donde las oraciones sean escuchadas y no silenciadas por las bombas. Un futuro donde la paz, por fin, reine en Tierra Santa.

Fuente: El Heraldo de México