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18 de julio de 2025 a las 09:10

Domina tus miedos

La sombra del mal se cierne sobre nosotros, no con la grotesca figura de cuernos y cola que antaño poblaba las pesadillas, sino con la sutileza de un virus que infecta las estructuras de poder. Ya no se esconde en las tinieblas, sino que se disfraza de progreso, de buenas intenciones, susurrando promesas de un futuro mejor mientras erosiona los cimientos de la democracia, de las libertades que con tanto esfuerzo hemos conquistado. En este 2025, la autodestrucción se ha convertido en una danza macabra a la que asistimos atónitos, un baile en el que los derechos humanos, el medio ambiente y las instituciones se desmoronan al ritmo de una melodía siniestra.

Los nuevos demonios no visten de rojo, sino de trajes impecables. Se sientan en despachos lujosos, dictan leyes y pronuncian discursos grandilocuentes mientras tejen una red de control y manipulación. Su poder reside en la capacidad de convencer a las masas de que el mal reside en el otro, en el diferente, en aquel que no se ajusta al molde preestablecido. Es la proyección del propio monstruo interior, una sombra colectiva que se alimenta del miedo y la inseguridad, una excusa cómoda para no confrontar las propias deficiencias.

Esta dinámica, lamentablemente, no es nueva. La historia de la humanidad está plagada de ejemplos de chivos expiatorios, de grupos demonizados para justificar la opresión y la violencia. Ayer fueron los judíos, los comunistas, los negros, los homosexuales… hoy, para los nuevos autócratas, son todos aquellos que defienden la diversidad, los derechos de las mujeres, la libertad de expresión, la ciencia… Cualquiera que ose cuestionar el dogma establecido se convierte en la encarnación del mal, en un enemigo a aniquilar.

La capacidad para el bien y para el mal reside en todos nosotros. Es una dualidad inherente a la condición humana, un dilema que filósofos, teólogos y psicólogos han explorado a lo largo de los siglos. Nos enfrentamos a esta dicotomía a diario, en pequeñas decisiones y en grandes encrucijadas, y a menudo nos sentimos perdidos, sin saber cómo combatir la oscuridad que nos acecha. Las atrocidades del pasado, desde la Segunda Guerra Mundial hasta los conflictos actuales en Gaza, nos siguen interpelando, nos obligan a preguntarnos cómo es posible que el mal se imponga con tanta ferocidad.

La respuesta, quizás, reside en la necesidad de abandonar la indiferencia, la confusión, el desconcierto que nos paraliza. Para sobrevivir a las nuevas tiranías, necesitamos encontrar el camino hacia lo correcto, reafirmar los valores que nos definen como seres humanos, construir un futuro basado en la justicia, la igualdad y el respeto. No podemos permitir que el miedo nos domine, que la sombra del mal nos envuelva en su oscuridad. Es hora de despertar, de alzar la voz, de luchar por un mundo mejor. La batalla contra el mal no se libra en campos de batalla, sino en la conciencia de cada individuo. Es una lucha constante, un desafío que debemos asumir con valentía y determinación. El futuro de la humanidad depende de ello.

Por Tere Vale

Colaboradora

@TEREVALEMX

MAAZ

Fuente: El Heraldo de México