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18 de julio de 2025 a las 12:40

Descubre la magia de Tenochtitlán

En el laberinto urbano de la Ciudad de México, donde los ecos del pasado resuenan en cada esquina, Pablo Ortiz Monasterio nos invita a un viaje visual a través del tiempo. Su obra, "Tenochtitlán", no es una simple exposición fotográfica, sino una inmersión profunda en las capas de historia que conforman la identidad de esta metrópolis. No se limita a capturar la imagen superficial, sino que penetra en la piel de la ciudad, revelando las cicatrices y los susurros de un pasado que se niega a ser olvidado. Imaginen caminar por las calles del Centro Histórico, no con los ojos de un turista, sino con la mirada penetrante de un arqueólogo visual. Ortiz Monasterio nos guía a través de este recorrido, desentrañando la compleja trama urbana, donde lo prehispánico, lo colonial y lo moderno se entrelazan en una danza incesante.

La exposición, albergada en el Museo Archivo de la Fotografía, nos confronta con imágenes que hablan por sí solas. Un joven con cubrebocas frente a una escultura sin boca, una metáfora visualmente impactante que nos interpela sobre la comunicación en tiempos de pandemia, sobre la voz silenciada y la necesidad de encontrar nuevas formas de expresión. El imponente Templo Mayor, con su evocativa leyenda "Axis Mundi", nos transporta al corazón sagrado del mundo prehispánico, recordándonos la profunda conexión espiritual que existía con la tierra. El delicado Huey Tzompantli, iluminado con una sutileza poética, nos revela la fragilidad de la vida y la persistencia de la memoria. La calle curva en República del Perú, vestigio de un antiguo canal, nos susurra historias de un pasado fluvial, de una ciudad construida sobre el agua.

Pero la mirada de Ortiz Monasterio no se queda anclada en el pasado. Su lente captura la vibrante energía de la ciudad contemporánea, el bullicio del comercio informal, la explosión de color de las piñatas, la mezcla cultural que fluye por las calles. Estos elementos, aparentemente dispares, se integran en un mosaico visual que refleja la dinámica y la complejidad de la vida en la capital. La fotografía se convierte en un espejo fractal, donde pasado y presente se reflejan mutuamente, creando una imagen caleidoscópica de la ciudad.

La conmemoración de los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán proporciona un marco histórico crucial para la obra de Ortiz Monasterio. Mientras que las celebraciones oficiales se centran en espectáculos de luz y sonido que recrean la grandeza del pasado, la exposición propone una aproximación más íntima, una arqueología visual que busca desenterrar la memoria ancestral en los detalles cotidianos. Es una invitación a mirar con atención, a descubrir las huellas del pasado en el presente, a comprender la ciudad como un palimpsesto vivo, en constante transformación.

El proceso creativo de Ortiz Monasterio es tan fascinante como su obra. Inspirado por el libro "The Death of Aztec Tenochtitlán, the Life of Mexico City", el fotógrafo se sumergió en las calles del Centro Histórico durante la pandemia, capturando la ciudad en un estado de suspensión, de introspección. Recorrió cada rincón, cámara en mano, descubriendo una ciudad de capas, tensiones y resonancias ocultas. Cada imagen es una invitación a la interpretación, a la conexión entre tiempos, a la construcción de un relato personal sobre la ciudad.

La estructura de la exposición, dividida en tres secciones –el mundo prehispánico, la colonia y los "cuerpos modernos"–, nos guía a través de un viaje cronológico y temático. La decisión de utilizar el color, a diferencia de otros proyectos del artista, añade una dimensión sensorial a la experiencia. El color nos acerca a la realidad, a la vibración de la vida en las calles, a la intensidad de las emociones. Las imágenes no solo se ven, sino que se sienten, se huelen, se oyen.

La colaboración con el escritor Álvaro Enrique enriquece aún más la propuesta. El ensayo literario que acompaña la exposición, y que formará parte del fotolibro, aporta una capa adicional de interpretación, un diálogo entre la palabra y la imagen que profundiza en la comprensión de la obra. Esta conversación entre diferentes lenguajes artísticos amplía las posibilidades de lectura y enriquece la experiencia del espectador.

"Tenochtitlán" es más que una exposición, es una experiencia. Es una invitación a redescubrir la Ciudad de México, a mirar más allá de lo evidente, a conectar con la memoria ancestral que palpita en cada rincón. Es un recordatorio de que el pasado no desaparece, sino que se transforma, se reinventa, y continúa vivo en el presente.

Fuente: El Heraldo de México