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18 de julio de 2025 a las 09:30

Cultiva tu Jardín Soñado

Adentrarse en el "Jardín Imaginado" de Leticia Vieyra Machuca es como sumergirse en un diálogo silencioso entre la tierra y el espíritu. No se trata simplemente de observar esculturas y ensamblajes, sino de presenciar una metamorfosis, un renacimiento de lo que la naturaleza, en su constante ciclo de vida y muerte, deja a su paso. Vieyra, con la sensibilidad de una alquimista, transforma los vestigios olvidados –las cortezas de amate, las ramas secas, las semillas dispersas– en obras que respiran, que vibran con una energía propia.

Imaginen recorrer la arena de una playa, acariciada por la incesante danza del oleaje. Cada grano, cada concha, cada fragmento de madera pulida por el mar, cuenta una historia. Vieyra recoge esos susurros y los teje en un nuevo relato, un relato de texturas, formas y colores que evocan la fragilidad y la fuerza de la vida. No hay artificio en su obra, sino una profunda conexión con la esencia misma de la materia. El viento, el fuego, la luz del sol, el agua, la tierra… todos estos elementos primordiales se convierten en coautores de su creación, imprimiendo en cada pieza una huella indeleble.

La multidisciplinariedad de Vieyra, su capacidad para transitar con maestría entre diferentes técnicas y materiales, nos recuerda a los grandes maestros del Renacimiento. Al igual que ellos, posee una visión holística del arte, donde la belleza se encuentra en la armonía entre la idea y la ejecución, entre la naturaleza y la intervención humana. Sus obras, lejos de ser meros objetos estéticos, se transforman en símbolos cargados de significado, en portales que nos conectan con nuestra propia capacidad de asombro y de creación.

En este "Jardín Imaginado" no hay espacio para la improvisación. Cada detalle, cada textura, cada forma, ha sido cuidadosamente concebido y ejecutado. Vieyra no se limita a ensamblar materiales, sino que los transforma, les insufla una nueva vida, un nuevo propósito. Sus capullos, sus esculturas amorfas, sus tramas intrincadas, nos hablan de un proceso constructivo gradual, de una búsqueda constante de la belleza en lo efímero, en lo aparentemente insignificante.

La obra de Vieyra es, sin duda, una invitación a mirar con otros ojos, a descubrir la poesía escondida en los rincones más inesperados. Es un llamado a reconectar con la naturaleza, a valorar la belleza de lo simple, a encontrar la inspiración en lo cotidiano. Como Marguerite Yourcenar, Vieyra nos impulsa a dejar tras de nosotros un mundo un poco más limpio, un poco más bello, aunque sea un pequeño rincón, un pequeño jardín imaginado. Y en ese gesto, en esa búsqueda de la belleza, encontramos también un camino hacia la esperanza, hacia un futuro más sostenible y más humano.

Fuente: El Heraldo de México