
18 de julio de 2025 a las 02:20
Pelea en Tepito termina en llamas
La creciente ola de violencia en la Ciudad de México nos golpea una vez más con un acto de brutalidad inimaginable. Un hombre de 47 años, con un historial delictivo que incluye robo y portación de arma de fuego, ha añadido a su lista de ofensas un ataque incendiario en pleno corazón de Tepito. Las imágenes, captadas por las cámaras de vigilancia, muestran la frialdad con la que rocía a su víctima con un líquido inflamable, presuntamente desodorante en aerosol, para luego prenderle fuego sin remordimiento alguno. Este acto cobarde, ocurrido en la intersección de las calles Estanquillo y Peralvillo, nos obliga a preguntarnos qué está sucediendo en nuestras calles, qué nos está llevando a este nivel de barbarie.
La víctima, con quemaduras de primer y segundo grado en cuello, espalda y brazo izquierdo, además de una laceración en el rostro, lucha por su vida en un hospital de la ciudad. Más allá del dolor físico, ¿cómo sanarán las heridas emocionales de un ataque tan violento e inesperado? ¿Cómo podrá volver a confiar, a sentirse seguro en un entorno donde la violencia acecha en cada esquina?
La rápida respuesta de los monitoristas del C2 Centro y la posterior detención del agresor por parte de la SSC, escondido en una combi azul con las evidencias del crimen aún en su poder, es un pequeño consuelo en medio de la tragedia. Sin embargo, la captura de un individuo no resuelve el problema de fondo. Este caso no es un incidente aislado, es un síntoma de una enfermedad social que se extiende como una metástasis por las venas de nuestra ciudad.
Las estadísticas del SESNSP y la FGJCDMX pintan un panorama desolador. Las 44,453 carpetas de investigación por lesiones dolosas abiertas en el primer trimestre de 2025, un promedio de 20 lesiones intencionales por hora, son cifras que nos hielan la sangre. Y aunque los ataques con arma blanca o de fuego se mantienen en números similares a años anteriores, cada cifra representa una vida destrozada, una familia sumida en el dolor, una comunidad que vive con miedo.
¿Qué medidas se están tomando para frenar esta escalada de violencia? ¿Son suficientes las estrategias de seguridad actuales? ¿Estamos invirtiendo lo suficiente en prevención, en rehabilitación, en la creación de un tejido social más sólido? Estas son preguntas que exigen respuestas urgentes, no podemos seguir siendo espectadores pasivos de esta tragedia cotidiana.
Necesitamos un cambio profundo, un compromiso real de todos los sectores de la sociedad para construir una ciudad más segura, donde la vida humana se valore por encima de cualquier otra cosa. La indignación que sentimos hoy debe transformarse en acción, en la exigencia de políticas públicas efectivas que nos permitan recuperar la tranquilidad y la paz que tanto anhelamos. El futuro de nuestra ciudad depende de ello.
Fuente: El Heraldo de México