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17 de julio de 2025 a las 07:40

México: ¿Dónde la vivienda se vuelve un lujo?

La gentrificación, un término que resuena con fuerza en la actualidad, ha dejado de ser un concepto abstracto para convertirse en una realidad palpable y dolorosa para muchos. En México, la transformación acelerada del paisaje urbano, impulsada por intereses económicos a menudo desmedidos, está dejando a su paso una estela de desplazamiento, desigualdad y pérdida de identidad cultural. No se trata solo de la renovación de edificios o la llegada de nuevos negocios, sino de un proceso complejo que desarraiga a comunidades enteras, obligándolas a abandonar los lugares que por generaciones han llamado hogar.

El caso de la Ciudad de México es emblemático. La capital, vibrante y cosmopolita, se ha convertido en un imán para inversionistas y extranjeros, atraídos por su riqueza cultural y su bajo costo de vida (en comparación con sus países de origen). Sin embargo, esta afluencia de capital, a menudo desligada de la realidad local, ha provocado un incremento desproporcionado en los precios de la vivienda, dejando fuera a un gran sector de la población que ve cómo su ciudad se transforma en un espacio inaccesible. La discusión se ha polarizado, señalando a los migrantes, especialmente estadounidenses, como uno de los factores que contribuyen a esta problemática. Si bien la influencia de la inversión extranjera es innegable, la gentrificación es un fenómeno multifactorial que requiere un análisis profundo y soluciones integrales.

El libro "Ciudad de México, quince años de desarrollo urbano intensivo: la gentrificación percibida", de Víctor Delgadillo, nos ofrece una mirada crítica a esta transformación. El autor analiza cómo la modificación del paisaje urbano no solo desplaza físicamente a la población, sino que también erosiona el tejido social, fragmentando comunidades y borrando la memoria histórica de los barrios. La construcción de grandes complejos residenciales y comerciales, a menudo a costa de la demolición de edificios históricos y la privatización de espacios públicos, crea una ciudad segregada, donde la convivencia y la diversidad se ven amenazadas.

Este fenómeno no se limita a la capital. En estados como Oaxaca, Guanajuato, Mérida y Sinaloa, la gentrificación avanza a pasos agigantados, generando tensiones y movilizaciones sociales. En Oaxaca, la lucha contra la especulación inmobiliaria y la defensa del patrimonio cultural se ha convertido en una bandera de lucha. La población local se organiza para exigir una regulación efectiva del turismo, denunciando la competencia desleal de plataformas digitales como Airbnb y la falta de control sobre el uso del agua, un recurso vital que se ve amenazado por el crecimiento desmedido.

Las manifestaciones de 2024 en Oaxaca, con sus pintas y reclamos en las calles, son un reflejo de la indignación y la desesperación de una comunidad que ve cómo su forma de vida se ve amenazada. La propuesta de registrar las plataformas digitales de hospedaje es un primer paso, pero se necesita una estrategia más amplia que aborde la problemática desde sus raíces, promoviendo un desarrollo turístico sostenible que beneficie a la población local y no solo a unos pocos.

En Mazatlán, la prohibición a los músicos locales de tocar en zonas turísticas desató una ola de protestas. La música, parte integral de la identidad cultural de la ciudad, se convirtió en un símbolo de resistencia frente a la homogenización y la mercantilización del espacio público. La imagen de los músicos tocando frente a los turistas, desafiando las restricciones, es una poderosa metáfora de la lucha por preservar la autenticidad frente a la imposición de un modelo turístico ajeno a la realidad local.

San Miguel de Allende, en Guanajuato, es otro ejemplo paradigmático de cómo la gentrificación transforma radicalmente el tejido social. La proliferación de Airbnb ha encarecido la vivienda hasta el punto de expulsar a los habitantes originales, que se ven obligados a buscar refugio en pueblos cercanos. La ciudad, otrora un crisol de culturas y tradiciones, se convierte en un escenario artificial, despojado de su esencia y habitado por una población flotante que poco o nada se integra a la vida local.

En Nuevo León, la gentrificación también avanza, transformando barrios históricos como el Centro y el Barrio Antiguo. La presión inmobiliaria desplaza a las familias de bajos ingresos, homogenizando el paisaje urbano y creando una brecha cada vez mayor entre quienes pueden acceder a la nueva ciudad y quienes quedan excluidos.

La gentrificación es un desafío complejo que requiere soluciones integrales. No se trata de demonizar el desarrollo o la inversión, sino de encontrar un equilibrio que permita el crecimiento económico sin sacrificar el bienestar social y la identidad cultural de las comunidades. Es necesario implementar políticas públicas que protejan a la población vulnerable, regulen el mercado inmobiliario y promuevan un desarrollo urbano sostenible que beneficie a todos, no solo a unos pocos privilegiados.

Fuente: El Heraldo de México