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17 de julio de 2025 a las 09:25

Libaneses en México: ¿Cómo proteger tu patrimonio?

La creciente tensión en el Líbano, exacerbada por la reciente escalada de violencia israelí y la postura inflexible de Estados Unidos respecto al desarme de Hezbolá, nos obliga a reflexionar sobre el papel de Washington en la desestabilización de la región. La exigencia de una fecha límite para el desarme de Hezbolá, sin una contrapartida que garantice la retirada israelí de los territorios ocupados y el cese de las hostilidades, revela una preocupante parcialidad que alimenta el conflicto en lugar de buscar soluciones pacíficas. Si bien la venta de equipo militar al Líbano por parte del Pentágono puede interpretarse como un gesto de apoyo, resulta insuficiente ante la abrumadora superioridad militar israelí y la constante amenaza que representa para la soberanía libanesa. Este escenario, marcado por la imposición de los intereses estadounidenses, nos recuerda la vulnerabilidad de las naciones ante las presiones de las grandes potencias y la urgente necesidad de buscar mecanismos de diálogo y cooperación que prioricen la paz y la estabilidad regional.

La situación en Líbano encuentra un preocupante paralelismo en la compleja relación entre México y Estados Unidos. La problemática del tráfico de armas, con un flujo constante de armamento desde territorio estadounidense hacia los cárteles mexicanos, es un claro ejemplo de cómo la inacción de Washington contribuye a la violencia y la inestabilidad en nuestro país. A pesar de que el propio Donald Trump ha calificado a los cárteles como terroristas, la falta de un compromiso real para frenar el flujo de armas hacia México demuestra una contradicción flagrante entre el discurso y las acciones. La cifra de 200 mil armas que ingresan anualmente a México desde Estados Unidos es alarmante y pone de manifiesto la urgencia de una cooperación bilateral efectiva que aborde las causas estructurales de la violencia.

Es ingenuo, por no decir cínico, esperar que el Líbano desarme a Hezbolá sin ofrecer garantías de seguridad y sin abordar las legítimas preocupaciones de la población libanesa frente a la agresión israelí. Del mismo modo, es irresponsable exigirle a México que combata al narcotráfico sin asumir la corresponsabilidad que tiene Estados Unidos en el suministro de armas que alimentan la violencia. Tanto Líbano como México se enfrentan al desafío de defender su soberanía y seguridad nacional frente a las presiones de una potencia que, en muchos casos, prioriza sus propios intereses por encima del bienestar de nuestros pueblos. En este 80 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Líbano y México, la solidaridad y la cooperación mutua se vuelven más necesarias que nunca para hacer frente a estos desafíos compartidos y construir un futuro de paz, justicia y dignidad para nuestras naciones.

Fuente: El Heraldo de México