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17 de julio de 2025 a las 20:30

Enamoramiento Tóxico: ¿Aceptas Migajas?

En el intrincado laberinto de las relaciones afectivas, existe un fenómeno silencioso y a menudo invisible: el conformismo con las migajas de amor. ¿Por qué algunas personas se aferran a vínculos donde el afecto se entrega con cuentagotas, donde la reciprocidad brilla por su ausencia y la balanza emocional se inclina peligrosamente hacia un solo lado? La respuesta, como suele ocurrir en el terreno del amor, es compleja y multifacética, arraigada en las profundidades de nuestra psique.

A menudo, quienes aceptan estas migajas amorosas lo hacen desde una posición de vulnerabilidad emocional, marcada por una baja autoestima que les susurra al oído que no merecen más. Se conforman con lo poco que reciben, convenciéndose de que eso es todo lo que pueden aspirar a tener. Esta percepción distorsionada de su propio valor les impide reconocer su derecho a un amor pleno y recíproco, perpetuando un ciclo de carencia afectiva.

Las justificaciones que se construyen alrededor de estas relaciones son tan variadas como los propios individuos. "Es su forma de ser", "No es demostrativo, pero me quiere", son frases que se repiten como un mantra, ocultando una dolorosa realidad: el autoengaño. Se disfraza la falta de afecto con la máscara de la comprensión y la paciencia, negando la propia necesidad de un amor auténtico y nutritivo. En el fondo, subyace el temor a la soledad, a enfrentarse al vacío que dejaría la ausencia de esa persona, por más insuficiente que sea su presencia emocional.

El miedo al abandono, muchas veces arrastrado desde la infancia, también juega un papel crucial en esta dinámica. La repetición compulsiva, descrita por Freud, nos empuja a recrear patrones afectivos dolorosos, con la esperanza de que esta vez el resultado sea diferente. Buscamos sanar viejas heridas en brazos de quienes, paradójicamente, nos las infligen de nuevo.

Además, el refuerzo intermitente, ese goteo ocasional de afecto, actúa como una droga en nuestro cerebro. Nos aferramos a esos pequeños gestos, a esas migajas de atención, que se vuelven aún más valiosas por su escasez. Se crea una adicción emocional que nos mantiene atrapados en la relación, a pesar del sufrimiento que nos genera.

Pero no todo está perdido. Existe una salida, un camino hacia la sanación y la reconstrucción. La psicoterapia, con herramientas como la terapia cognitivo-conductual y la terapia de esquemas, nos ofrece la posibilidad de desentrañar los nudos emocionales que nos atan a estas relaciones tóxicas. Nos ayuda a fortalecer nuestra autoestima, a reconocer nuestro valor y a establecer límites sanos. Aprender a querernos a nosotros mismos es el primer paso para dejar de aceptar migajas y comenzar a exigir el banquete de amor que merecemos.

Romper con este ciclo no es fácil, requiere valentía y un profundo trabajo personal. Implica enfrentarse a los propios miedos, a las inseguridades y a la creencia limitante de que no merecemos más. Pero el premio es invaluable: la libertad de construir relaciones basadas en la reciprocidad, el respeto y un amor pleno y auténtico. Dejar de conformarse con las migajas no es egoísmo, es un acto de amor propio, un paso fundamental hacia una vida emocionalmente saludable y plena.

Fuente: El Heraldo de México