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17 de julio de 2025 a las 17:35

El secreto de Harvard para una felicidad duradera

La búsqueda de la felicidad es una constante en la historia de la humanidad. Desde los antiguos filósofos griegos hasta los pensadores modernos, todos hemos intentado descifrar el enigma de la felicidad. ¿Es un estado permanente? ¿Un cúmulo de momentos fugaces? ¿Una meta o un camino? Arthur C. Brooks, experto en felicidad de la Universidad de Harvard, nos invita a replantearnos nuestra perspectiva sobre este anhelo universal.

Según Brooks, uno de los errores más comunes es perseguir la felicidad como un objetivo en sí mismo, como si fuera un trofeo que alcanzar. Esta visión, nos dice, nos lleva a una búsqueda incesante, una carrera sin fin donde la felicidad siempre parece estar un paso adelante. Nos convertimos en adictos al éxito, obsesionados con la siguiente meta, sin detenernos a disfrutar del camino recorrido. Nos olvidamos de saborear los pequeños logros, las experiencias cotidianas que, en realidad, son la esencia de una vida plena.

Confundimos la felicidad con las emociones, con esos picos de alegría que nos producen ciertos eventos. Si bien las emociones son importantes, son solo una parte del rompecabezas, una manifestación superficial de algo más profundo. Brooks las compara con el olor de una deliciosa cena: el aroma nos atrae, nos despierta el apetito, pero no es el olor lo que nos nutre, sino la cena en sí misma. De la misma manera, las emociones son el aroma de la felicidad, pero la verdadera satisfacción proviene de las experiencias que las generan.

Entonces, ¿cuál es la clave para una vida feliz? Brooks nos propone tres pilares fundamentales: disfrutar más de la vida, saborear los logros y buscar el sentido de nuestra existencia. Disfrutar de la vida implica prestar atención a las pequeñas cosas, a los momentos cotidianos que a menudo pasamos por alto. Apreciar la belleza de un amanecer, la compañía de nuestros seres queridos, el sabor de una buena comida. Se trata de cultivar la gratitud por lo que tenemos, en lugar de obsesionarnos con lo que nos falta.

Saborear los logros significa reconocer y celebrar nuestros éxitos, por pequeños que sean. No se trata de vanagloriarse, sino de apreciar el esfuerzo y la dedicación que nos han llevado hasta allí. Es importante darnos el tiempo para disfrutar de la satisfacción del trabajo bien hecho, para recargar energías y motivarnos a seguir adelante.

Finalmente, la búsqueda del sentido de nuestra existencia nos invita a reflexionar sobre nuestro propósito en el mundo. ¿Qué nos apasiona? ¿Qué contribución queremos hacer a la sociedad? Encontrar nuestro propósito nos da una dirección, un sentido de pertenencia y una razón para levantarnos cada mañana con entusiasmo.

En definitiva, la felicidad no es un destino, sino un viaje. No es un objetivo que alcanzar, sino una forma de vivir. No se trata de perseguir emociones efímeras, sino de cultivar experiencias significativas. Se trata de disfrutar del camino, de saborear cada paso y de encontrar un propósito que nos guíe. La felicidad, como nos recuerda Brooks, no se encuentra en la cima de la montaña, sino en cada paso que damos para llegar a ella. Y ese camino, al final, es la vida misma.

Fuente: El Heraldo de México