
17 de julio de 2025 a las 05:40
Adolescente cae 150 metros por una selfie
La imprudencia de un instante puede transformarse en una pesadilla que se prolonga por mucho tiempo. Esta es la lección que nos deja el reciente rescate de un joven de 19 años en el Bosque de Chapultepec, un recordatorio impactante de la fragilidad de la vida y la importancia de la precaución, especialmente en entornos naturales. Imaginen la escena: el verdor exuberante de la Tercera Sección del Bosque, un pulmón vital en medio de la vorágine citadina, transformado en el escenario de un drama angustioso. Un joven, con la energía y el entusiasmo propios de su edad, buscando la toma perfecta, la imagen que inmortalice la belleza del paisaje y la comparta con el mundo. Un paso en falso, un resbalón inesperado, y la caída libre hacia un abismo de 150 metros. La tranquilidad del bosque se rompe con el eco del accidente.
La angustia se apodera del amigo que lo acompañaba, testigo impotente de la tragedia. Su relato a las autoridades, con la voz entrecortada por la preocupación, nos dibuja la escena con crudeza: el joven, absorto en su labor fotográfica, ajeno al peligro que acechaba. La rapidez de su reacción al dar aviso a las autoridades fue crucial, una cadena de acciones que se pusieron en marcha para salvar una vida. La movilización de los cuerpos de rescate fue inmediata. Policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, elementos de Protección Civil y el Heroico Cuerpo de Bomberos, un equipo multidisciplinario unido por un objetivo común: rescatar al joven del fondo del barranco. Imaginen el descenso, la tensión en cada movimiento, la precisión requerida para maniobrar en un terreno accidentado, con la presión de saber que cada segundo cuenta.
La imagen de los rescatistas descendiendo con cuerdas y una camilla tipo sked, equipados con la tecnología que la modernidad pone a nuestro alcance, contrasta con la naturaleza agreste del barranco. Es la lucha del hombre contra los elementos, una batalla por la supervivencia en el corazón de la ciudad. El contacto con el joven, la evaluación de su estado, la estabilización y la extracción, cada paso del proceso requirió pericia y coordinación. Un trabajo en equipo impecable, una sinfonía de movimientos precisos que culminó con el rescate del joven.
El diagnóstico médico, politraumatismo y posibles fracturas de cadera y cervicales, nos recuerda la gravedad del accidente. La imagen del joven siendo trasladado de urgencia al hospital nos confronta con la realidad de las consecuencias de un descuido. Más allá del alivio por el rescate exitoso, queda la reflexión sobre la importancia de la prevención. La SSC, al destacar la preparación de su personal, nos recuerda que la seguridad es una tarea conjunta, una responsabilidad compartida entre las autoridades y la ciudadanía.
Este incidente, que por fortuna no terminó en tragedia, debe servir como una llamada de atención. Disfrutemos de la belleza de nuestros espacios naturales, pero hagámoslo con responsabilidad, con precaución, conscientes de los riesgos que implica la interacción con el entorno. La vida es un regalo precioso, y protegerla es nuestra principal obligación. El joven rescatado en Chapultepec tendrá una segunda oportunidad, una oportunidad para valorar la importancia de cada paso, de cada decisión. Que su experiencia nos sirva a todos como un recordatorio de que la aventura no debe estar reñida con la prudencia.
Fuente: El Heraldo de México