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17 de julio de 2025 a las 02:10

Pacquiao: Entretener y deleitar, no las apuestas, es mi enfoque.

El rugido de la multitud, el eco de los guantes contra la lona, la tensión palpable en el aire… Las Vegas se prepara para una noche de leyenda. Manny "Pac-Man" Pacquiao regresa al cuadrilátero, y el mundo del boxeo contiene la respiración. A sus 46 años, una edad en la que muchos atletas ya disfrutan de su retiro, Pacquiao desafía al tiempo y a los pronósticos, demostrando que la pasión y la disciplina no conocen de límites. No se trata solo de un combate más, es una declaración de principios, un testimonio de perseverancia que resonará más allá de las cuerdas.

Más allá del brillo de los reflectores y el clamor de los aficionados, se esconde una historia de trabajo incansable. "Sigo entrenando, la edad no es un factor", afirma con la convicción que solo la experiencia y la dedicación pueden otorgar. No son palabras vacías, son la expresión de un compromiso inquebrantable con su arte, con el deporte que lo ha catapultado al estatus de ícono global. No busca la gloria pasada, sino forjar una nueva leyenda, ladrillo a ladrillo, golpe a golpe.

Las apuestas no le favorecen, lo dan como el underdog, el David frente a Goliat. Pero esto no es nuevo para Pacquiao. A lo largo de su carrera, ha enfrentado y superado incontables adversidades, convirtiendo la duda en combustible para su incandescente espíritu de lucha. “No hay mejor sentimiento que vencer los pronósticos”, declara, con la mirada fija en un horizonte donde la victoria no es una posibilidad, sino una certeza. Recuerda las noches mágicas en el MGM Grand, las batallas épicas que lo consagraron, y sabe que este escenario es el ideal para añadir un nuevo capítulo a su legendaria trayectoria.

No pelea por el dinero, ni por la fama. Su motivación, la misma que lo impulsó desde sus humildes comienzos en Filipinas, es la de emocionar al público, de ofrecer un espectáculo inolvidable. "Estoy aquí para entretener, para dejar felices a los aficionados", confiesa con la humildad que lo caracteriza. En un mundo a menudo obsesionado con lo superficial, Pacquiao nos recuerda el verdadero significado del deporte: la conexión humana, la pasión compartida, la emoción que nos une a todos.

Su regreso no es un capricho, es una necesidad. La necesidad de desafiarse a sí mismo, de demostrar que la llama del guerrero aún arde en su interior. No se trata de demostrar nada a nadie, sino de disfrutarlo, de saborear cada instante en el ring, de exprimir al máximo el don que la vida le ha otorgado. Este sábado, el mundo será testigo de una lección de vida, una oda a la perseverancia, un recordatorio de que la grandeza no se mide en años, sino en la pasión que ponemos en cada uno de nuestros sueños. Pacquiao vuelve al ring, y con él, vuelve la esperanza. La esperanza de presenciar un nuevo milagro, una nueva página dorada en la historia del boxeo.

Fuente: El Heraldo de México