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16 de julio de 2025 a las 09:30

Navegando la Nueva Era

Nos encontramos en un punto de inflexión histórica. Las reglas del juego geopolítico se reescriben a una velocidad vertiginosa, creando un torbellino de cambios que impactan a todas las naciones. La pugna por la hegemonía mundial, la formación de nuevos bloques de poder y la redefinición del comercio internacional obligan a los países a tomar decisiones estratégicas con precisión y firmeza. Quienes duden o se mantengan al margen, corren el riesgo de ser arrastrados por la corriente o, peor aún, caer en la irrelevancia.

México, inmerso en esta dinámica global, no puede permanecer indiferente. La defensa de nuestra soberanía nacional no es un concepto abstracto ni antagónico a una política exterior inteligente y pragmática. Al contrario, es el pilar fundamental sobre el cual debemos construir nuestras relaciones internacionales y salvaguardar nuestros intereses. Es la brújula que nos guía en la compleja navegación por las aguas turbulentas de la geopolítica.

Reducir la soberanía a un simple discurso ideológico, cargado de retórica vacía y motivado por intereses particulares, sería un error garrafal. Nos impediría comprender la complejidad del escenario internacional y nos condenaría a negociaciones miopes, centradas en acuerdos coyunturales de régimen en lugar de estrategias de Estado a largo plazo. Necesitamos una visión clara, alejada de dogmas y enfocada en los beneficios tangibles para México.

La posibilidad de un acuerdo trilateral con Estados Unidos en materia de seguridad, migración y comercio representa una oportunidad para mitigar las presiones inmediatas. Este acuerdo podría ser un bálsamo temporal mientras se define el futuro del TMEC y se intensifican los esfuerzos conjuntos contra el narcotráfico, particularmente del fentanilo, y se implementan mecanismos para abordar la crisis migratoria.

Sin embargo, el optimismo debe ser cauteloso. El clima bilateral con Estados Unidos se caracteriza por una ambivalencia desconcertante. Mientras se elogia la “maravillosa relación” entre los presidentes y se habla de “responsabilidad compartida”, se endurecen las exigencias para cumplir con el TMEC y se demandan resultados concretos en la lucha contra el tráfico de drogas, armas y la migración irregular. Este discurso contradictorio, que oscila entre la cordialidad y la amenaza, crea un ambiente de incertidumbre y dificulta la construcción de una relación estable y productiva.

A esta compleja ecuación se suma la presión de otros actores internacionales. La reciente intervención de China, a través de su embajada en México, criticando la postura de Estados Unidos, añade otra capa de complejidad al panorama. En este contexto, es crucial para México mantener una política exterior equilibrada y diversificada, fortaleciendo las relaciones bilaterales con países como Brasil e India, sin confundir estos vínculos con la agenda de organismos como los BRICS, liderados por China y Rusia, a los cuales México no pertenece.

Nos encontramos en una encrucijada histórica, donde la habilidad para discernir entre las distintas opciones y tomar decisiones estratégicas será determinante para el futuro de México. Debemos actuar con prudencia, inteligencia y firmeza, priorizando siempre los intereses nacionales por encima de cualquier otra consideración. La coyuntura actual exige un liderazgo visionario, capaz de navegar por las complejidades del escenario internacional y asegurar un futuro próspero y soberano para México.

Fuente: El Heraldo de México