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16 de julio de 2025 a las 17:10
Heroico Rescate en Acapulco
El eco de la música tradicional oaxaqueña aún resonaba en el aire, mezclado con el olor a salitre y la emoción de la despedida. Los imponentes buques japoneses Kashima y Shimakaze, majestuosas bestias de acero, se preparaban para zarpar del puerto de Acapulco, dejando tras de sí una estela de intercambios culturales y diplomáticos. La escena, digna de una postal, se tornaba aún más vibrante con la presencia de un grupo de bailarines locales, ataviados con coloridos trajes típicos, que ofrecían un último homenaje a la tripulación nipona. Sus movimientos, gráciles y llenos de energía, representaban la riqueza cultural de Oaxaca, una danza milenaria que resonaba con la fuerza del mar.
De pronto, un grito ahogado rompió la armonía del momento. Una de las bailarinas, de tan solo 19 años, en plena ejecución de una danza inspirada en los "Tiliches" – esos personajes emblemáticos de la Guelaguetza, coronados con enormes penachos de flores y cargados de simbolismo–, perdió el equilibrio y se precipitó al agua. La música se detuvo abruptamente. Un silencio expectante, cargado de angustia, se apoderó del muelle. La imagen de la joven, hundiéndose entre las olas y la imponente estructura del buque, quedará grabada en la memoria de los presentes.
Afortunadamente, la reacción no se hizo esperar. Desde la borda del Shimakaze, los marinos japoneses, entrenados para reaccionar ante cualquier imprevisto, lanzaron al mar varios salvavidas. La tensión era palpable. Cada segundo contaba. Simultáneamente, un elemento de la Marina Armada de México, con una valentía que rayaba en la heroicidad, se arrojó al agua desde el muelle para auxiliar a la bailarina. La escena era un ejemplo de colaboración internacional, un testimonio de la fraternidad que une a las naciones más allá de las fronteras y los idiomas.
Minutos que parecieron eternos transcurrieron hasta que la joven, aferrada al salvavidas, fue rescatada del agua. El alivio colectivo se manifestó en un suspiro generalizado. Aunque visiblemente afectada por el incidente, la bailarina no presentaba lesiones aparentes. No obstante, y como medida precautoria, recibió atención médica inmediata por parte del personal de la Terminal Marítima.
Este incidente, aunque desafortunado, no empañó la significativa visita de la Escuadra de Entrenamiento de la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón. Durante su estancia en Acapulco, del 11 de julio en adelante, los cadetes participaron en diversas actividades, desde labores de reforestación junto a elementos de la octava región naval, hasta intercambios culturales que enriquecieron el entendimiento mutuo. La imagen de los jóvenes marinos japoneses plantando árboles junto a sus homólogos mexicanos, es una poderosa metáfora del crecimiento de la amistad entre ambas naciones.
El periplo de los buques Kashima y Shimakaze por diversos países tiene como objetivo fortalecer los lazos diplomáticos y promover el intercambio cultural y naval. Este incidente, aunque inesperado, nos recuerda la importancia de la preparación y la rápida respuesta ante situaciones de emergencia, así como el valor de la cooperación internacional. La historia de la bailarina que cayó al mar, afortunadamente con final feliz, se convertirá sin duda en una anécdota que los tripulantes de los buques japoneses recordarán durante su viaje, un testimonio de la solidaridad humana que trasciende las culturas y los océanos.
Fuente: El Heraldo de México