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16 de julio de 2025 a las 09:35

Domina la IA: La clave no es usarla, sino CÓMO.

La irrupción de la inteligencia artificial en la educación ha generado un debate comparable a la llegada de la calculadora a las aulas. Si bien algunos temen que estas herramientas atrofien habilidades esenciales como la escritura o el análisis, otros las ven como aliadas para un aprendizaje más eficiente y personalizado. La clave, como siempre, no está en demonizar la tecnología, sino en adaptarnos a ella y, sobre todo, en replantear nuestros modelos educativos.

Recordemos la angustia que generaba la frase "sin calculadora" en un examen de matemáticas. Hoy, ese sentimiento podría ser similar al de "no se permite usar ChatGPT". La tecnología, en la educación, debe ser una herramienta que potencie el conocimiento, no que lo suplante. La calculadora, por ejemplo, no nos impidió aprender matemáticas; al contrario, nos ayudó a optimizar el tiempo y a verificar resultados, siempre y cuando el razonamiento previo fuera correcto. De igual manera, la IA, como ChatGPT, puede ser una herramienta poderosa si se utiliza con criterio y con la guía adecuada.

El peligro real no reside en la tecnología en sí, sino en un sistema educativo obsoleto que prioriza la memorización sobre el pensamiento crítico, que castiga el error en lugar de aprender de él, y que mide el éxito en títulos en vez de en conocimientos reales. Mientras el mercado laboral demanda habilidades como la adaptabilidad, la resolución de problemas complejos y el dominio de herramientas tecnológicas, la educación tradicional se queda rezagada. La promesa del título universitario como garantía de éxito se desvanece ante la creciente tasa de desempleo y subempleo entre los graduados. La brecha salarial entre universitarios y no universitarios se reduce, demostrando que la educación, tal como la conocemos, necesita una transformación urgente.

Es crucial, por tanto, regular el uso de la IA en la educación, no para prohibirla, sino para encauzarla. Debemos integrarla al proceso de aprendizaje de forma que potencie las capacidades humanas, no que las sustituya. La IA puede personalizar la educación, adaptándose al ritmo y estilo de aprendizaje de cada estudiante, ofreciendo retroalimentación instantánea y abriendo un mundo de posibilidades para la investigación y la exploración. Pero esto solo será posible si se inserta en un modelo educativo actualizado, centrado en el desarrollo de habilidades del siglo XXI.

El verdadero debate no es sobre si usar o no la IA, sino sobre qué tipo de educación queremos y necesitamos para el futuro. ¿Seguiremos aferrados a un modelo obsoleto o nos atreveremos a transformarlo? La educación debe retomar su propósito fundamental: formar ciudadanos críticos, con valores humanistas y capaces de enfrentar los desafíos de un mundo en constante cambio. Esto implica, sin duda, aprovechar las herramientas que la tecnología nos ofrece, pero con una regulación inteligente y un enfoque centrado en el desarrollo integral del ser humano. No se trata de resistirse al avance tecnológico, sino de utilizarlo para construir una educación más justa, más eficaz y, sobre todo, más humana.

Fuente: El Heraldo de México