
16 de julio de 2025 a las 04:20
Desvela San Juan: Misterios de un pueblo fantasma
El silencio se cierne sobre San Juan Parangaricutiro, un silencio roto solo por el susurro del viento que serpentea entre las rocas volcánicas. Un silencio que guarda los ecos de una tragedia, de un éxodo forzado, de un pueblo que un día vibró con la vida y que hoy yace petrificado bajo un manto de lava y ceniza. Este no es un simple pueblo fantasma, es un testimonio de la fuerza indomable de la naturaleza y de la resiliencia del espíritu humano.
Imaginen un día cualquiera en 1943. El aroma a tierra húmeda se mezcla con el humo de las cocinas, los niños corren por las calles empedradas, la risa resuena en la plaza principal, la vida fluye con la tranquilidad propia de un pueblo arraigado a sus tradiciones. De pronto, la tierra tiembla, un rugido profundo emerge de las entrañas del planeta, y de la milpa de Dionisio Pulido brota un monstruo de fuego y ceniza: el volcán Parícutin.
En cuestión de días, lo que era un paisaje bucólico se transforma en un infierno dantesco. Ríos de lava incandescente avanzan inexorablemente, sepultando casas, campos, recuerdos. El aire se vuelve denso, irrespirable. El rugido del volcán es la banda sonora de una tragedia que se desarrolla en tiempo real. Los habitantes, guiados por el instinto de supervivencia y la fe en el Señor de los Milagros, abandonan sus hogares, dejando atrás todo lo que conocen, todo lo que aman.
Hoy, al caminar por las calles desiertas de San Juan Parangaricutiro, uno puede casi sentir la presencia de aquellos que un día habitaron este lugar. Las ruinas de las casas, semienterradas bajo la roca volcánica, nos hablan de vidas interrumpidas, de sueños truncados. El campanario de la iglesia, que se alza imponente sobre el paisaje desolado, se convierte en un símbolo de resistencia, un faro de esperanza en medio de la devastación.
La historia de San Juan Parangaricutiro no es solo una historia de destrucción, es también una historia de fe. La creencia de que el Señor de los Milagros protegió a los habitantes durante la erupción, permitiendo su evacuación sin víctimas, se ha transmitido de generación en generación. La imagen del altar y el campanario, milagrosamente intactos entre la lava, refuerza esta convicción. Es por eso que, a pesar de la tragedia, el lugar se ha convertido en un punto de peregrinación, un espacio donde la fe y el misterio se entrelazan.
Y es que el misterio envuelve a San Juan Parangaricutiro como un sudario. Las historias de campanas que suenan solas en la noche, de voces en purépecha que se escuchan entre las ruinas, de sombras fantasmales que deambulan entre las piedras volcánicas, alimentan la leyenda de este pueblo fantasma. ¿Son solo producto de la imaginación o hay algo más, algo que escapa a nuestra comprensión?
Sea cual sea la respuesta, San Juan Parangaricutiro es un lugar que no deja indiferente a nadie. Un lugar donde la historia, la naturaleza y la espiritualidad convergen para crear una experiencia única, una experiencia que nos recuerda la fragilidad de la vida y la fuerza del espíritu humano. Un lugar que nos invita a reflexionar sobre nuestro lugar en el mundo y a maravillarnos ante el poder de la naturaleza. Un lugar que, a pesar del silencio y la desolación, nos habla con una voz profunda y conmovedora. Un lugar que, sin duda, merece ser visitado y recordado.
Fuente: El Heraldo de México