
16 de julio de 2025 a las 09:30
Alto a la violencia política contra las mujeres
La violencia política de género, una sombra que acecha la democracia mexicana, se manifiesta de maneras insidiosas, socavando la participación plena de las mujeres en la vida pública. No se trata únicamente de agresiones físicas o verbales directas, sino de una serie de prácticas sutiles, pero profundamente dañinas, que buscan invisibilizar y minimizar el trabajo político de las mujeres. Desde la omisión sistemática de nuestros nombres y logros hasta la burla disfrazada de crítica, estas acciones buscan deslegitimar nuestra presencia y silenciar nuestras voces. He sido testigo, a lo largo de mi trayectoria política, de cómo estas microagresiones, aparentemente insignificantes, van tejiendo una red de exclusión que limita el acceso de las mujeres a los espacios de poder.
El avance en la legislación, con sanciones más severas para quienes perpetran la violencia política de género, representa un paso importante, aunque insuficiente. La raíz del problema se encuentra enraizada en estructuras patriarcales que permean todos los ámbitos de la sociedad, desde la familia hasta las instituciones políticas. Desmantelar estas estructuras requiere un cambio cultural profundo, una transformación de mentalidades que nos permita construir una sociedad verdaderamente igualitaria.
Es preocupante, sin embargo, observar cómo el legítimo reclamo contra la violencia política de género ha sido, en ocasiones, instrumentalizado para acallar voces disidentes. Confundir la crítica legítima, inherente a todo debate democrático, con la violencia política es un peligroso error que socava la libertad de expresión y desvía la atención del problema central. Debemos ser cuidadosas en distinguir entre la crítica, por más dura que sea, y la violencia que busca silenciar y anular.
La lucha contra la violencia política de género no es una batalla exclusiva de las mujeres. Es una lucha por la democracia, por una sociedad más justa e inclusiva, donde todas las voces sean escuchadas y respetadas. Involucra a todos los actores políticos, a los partidos, a las instituciones, a los medios de comunicación y a la sociedad en su conjunto. Es una tarea colectiva que exige compromiso, diálogo y una profunda reflexión sobre las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad.
A las jóvenes que sueñan con un futuro en la política, les digo: no se dejen intimidar. A pesar de los obstáculos, a pesar de la violencia, alcen la voz, participen, construyan. El camino no es fácil, pero cada vez somos más las mujeres que nos atrevemos a desafiar los estereotipos y a ocupar los espacios que nos corresponden. La política necesita de la visión, la sensibilidad y la fuerza de las mujeres.
El feminismo político nos proporciona las herramientas para analizar y comprender las complejas relaciones de poder que subyacen a la violencia política de género. Nos permite identificar las formas sutiles en las que se manifiesta y nos brinda estrategias para combatirla. El feminismo no es una ideología excluyente, sino una perspectiva que enriquece el debate democrático y nos ayuda a construir una sociedad más justa para todas y todos.
La democracia mexicana no será plena hasta que todas las mujeres puedan participar en la vida política sin temor a ser agredidas, silenciadas o invisibilizadas. Ese es el horizonte al que debemos aspirar, el futuro por el que debemos luchar. Mi compromiso, como legisladora y como mujer, es seguir trabajando para que ese futuro sea una realidad.
Fuente: El Heraldo de México