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15 de julio de 2025 a las 04:45

Perrito rescatado de pozo de 25 metros en Puebla

En el corazón de San Luis Tehuiloyocan, junta auxiliar de San Andrés Cholula, Puebla, la tensión se palpaba en el aire. Un pozo de 25 metros de profundidad, una trampa silenciosa en el paisaje rural, se había convertido en el escenario de una angustiosa situación. Un perrito, en un descuido, había caído en sus profundidades, dejando a su dueño sumido en la desesperación. La noticia corrió como la pólvora, un murmullo de preocupación que llegó a oídos de quienes estaban preparados para enfrentar este tipo de desafíos: los bomberos de San Andrés Cholula.

Con la rapidez y eficiencia que caracteriza a estos héroes cotidianos, se desplegó un operativo de rescate. No era una tarea sencilla. La profundidad del pozo, la fragilidad del animal y la presión del tiempo se conjugaban para crear un escenario complejo. Sin embargo, la experiencia y el entrenamiento de los bomberos se impusieron. Con precisión milimétrica, descendieron utilizando un sistema de cuerdas, cada movimiento calculado para asegurar tanto su propia seguridad como la del pequeño can atrapado en las sombras.

Minuto a minuto, la angustia crecía entre los presentes. El dueño del perrito, con el corazón en un puño, observaba cada movimiento de los rescatistas, su mirada fija en la boca del pozo, una mezcla de esperanza y temor reflejada en sus ojos. Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, emergió de las profundidades el bombero, con el perrito sano y salvo en sus brazos.

La escena que siguió fue conmovedora. El reencuentro entre el perrito y su dueño fue una explosión de alegría y alivio. Ladridos, lamentos de felicidad y un abrazo que sellaba el fin de la pesadilla. Las lágrimas no se hicieron esperar, lágrimas de gratitud hacia los valientes bomberos que, una vez más, habían demostrado su compromiso con la comunidad.

Este rescate, más allá de la anécdota, nos invita a reflexionar sobre una problemática recurrente en zonas rurales: la presencia de pozos y cisternas abandonadas o mal aseguradas. Estos “monumentos” al olvido se convierten en trampas mortales, no solo para animales, sino también para niños y adultos. La falta de mantenimiento y la ausencia de medidas de seguridad son una constante en muchas comunidades, donde estos pozos, en su mayoría utilizados para la agricultura, se integran al paisaje sin la debida precaución.

Es fundamental que las autoridades locales y los organismos de Protección Civil implementen campañas de concientización sobre los riesgos que representan estas estructuras. La señalización adecuada, el cercado perimetral y la revisión periódica son medidas esenciales para prevenir accidentes. Asimismo, es crucial educar a la población sobre la importancia de reportar la existencia de pozos abandonados o en mal estado.

La prevención, sin duda, es la mejor herramienta. Recordemos que la responsabilidad de proteger a nuestras familias y mascotas es compartida. No esperemos a que ocurra una tragedia para tomar acción. El caso del perrito rescatado en San Luis Tehuiloyocan es un recordatorio de que la seguridad no es un juego y que la prevención puede salvar vidas.

Fuente: El Heraldo de México