
15 de julio de 2025 a las 09:10
México en la cuerda floja
La relación entre México y Estados Unidos, antaño un ejemplo de cooperación, se tambalea peligrosamente sobre un precipicio de desencuentros. Atrás quedaron los años de una estabilidad, si bien imperfecta, cuidadosamente construida sobre la base de intereses compartidos. La promesa del TLCAN, luego transformada en el T-MEC, se vislumbra ahora como un espejismo en el desierto de la desconfianza. ¿Cómo llegamos a este punto? ¿Cómo se fracturó la delicada arquitectura de una relación bilateral tan crucial para ambos países?
La sombra de la inestabilidad se cierne sobre México, no solo por la amenaza latente del crimen organizado, sino también por decisiones internas que han erosionado la confianza. Instituciones que otrora funcionaban como pilares de la cooperación, hoy se encuentran debilitadas o desaparecidas. La reforma al Poder Judicial, la política energética y el manejo de los flujos migratorios son ejemplos palpables de acciones que han generado fricción con nuestro vecino del norte. Y en este contexto, el fantasma del intervencionismo estadounidense resurge con fuerza, alimentado por una narrativa que retrata a México no como un socio, sino como una amenaza a su seguridad nacional.
La administración Trump, con su retórica incendiaria y sus políticas agresivas, ha jugado un papel crucial en este deterioro. La imposición de aranceles, las amenazas veladas y las presiones constantes han creado un clima de incertidumbre y tensión. La humillación infligida a la delegación mexicana en el Departamento de Estado, con la imposición de aranceles mientras se negociaba un acuerdo, es un ejemplo paradigmático de la falta de respeto y la arrogancia que han caracterizado la postura estadounidense.
Pero la responsabilidad no recae únicamente en el gobierno de Estados Unidos. En México, la política de seguridad ha sido ineficaz para contener el avance del crimen organizado, que ha mutado y se ha fortalecido, transitando del tráfico de drogas tradicionales a la producción y distribución de fentanilo, una sustancia que causa estragos en la sociedad estadounidense. La creciente violencia y la aparente condescendencia con figuras políticas vinculadas al crimen organizado son factores que contribuyen a la percepción de México como un país incapaz de controlar su propio territorio.
El manejo de la crisis migratoria también ha sido un punto de fricción. La utilización de los flujos migratorios como instrumento de negociación ha generado desconfianza y ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de miles de personas que buscan una vida mejor.
La promesa de un futuro compartido, basado en la cooperación y el respeto mutuo, se desvanece ante la realidad de una relación fracturada. La reconstrucción de la confianza requerirá un cambio de rumbo, tanto en México como en Estados Unidos. Se necesita una visión a largo plazo, que trascienda las coyunturas políticas y se centre en la construcción de un futuro donde la cooperación, el diálogo y el respeto sean los pilares de una relación verdaderamente beneficiosa para ambos países. El camino no será fácil, pero la alternativa, la de la confrontación y la desconfianza, es un escenario que ninguno de los dos países puede permitirse.
Fuente: El Heraldo de México