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15 de julio de 2025 a las 05:50
Metro de NY bajo agua: ¡Impactante!
El caos inundó la Gran Manzana este lunes. No, no hablamos de una película de catástrofes, sino de la cruda realidad que vivieron miles de neoyorquinos al enfrentarse a un sistema de metro completamente desbordado por las lluvias torrenciales. Imaginen la escena: las estaciones, habitualmente bulliciosas y llenas de vida, transformadas en piscinas improvisadas. El agua, turbia y oscura, cubriendo los andenes, escalando por las escaleras, tragándose los torniquetes. Los videos que circularon en redes sociales, especialmente en X (antes Twitter), mostraban la magnitud del desastre: pasajeros chapoteando con el agua hasta los tobillos, algunos incluso más arriba, intentando desesperadamente alcanzar un tren que, en muchos casos, nunca llegó.
La MTA, con la voz entrecortada de la emergencia, confirmó la pesadilla: líneas enteras suspendidas, servicios limitados, trenes desviados, retrasos que se extendían como una mancha de aceite por toda la red. Las líneas 1, 2 y 3, arterias vitales de Manhattan, quedaron prácticamente paralizadas. Las líneas E, M y R en Queens, ahogadas bajo el diluvio. Incluso la Staten Island Railway, aislada en su recorrido, sucumbió al temporal.
La estación de la calle 23, inmortalizada en un video particularmente impactante, se convirtió en el símbolo de la jornada. El agua, acumulada en los andenes, impedía cualquier movimiento. Las imágenes, compartidas miles de veces, mostraban la impotencia de los pasajeros, atrapados entre la lluvia incesante y un sistema de transporte colapsado.
Y mientras el agua subía, también lo hacía la frustración. Millones de neoyorquinos, con sus rutinas diarias interrumpidas, se vieron obligados a buscar alternativas. Los autobuses, abarrotados, se convertían en la única opción para muchos. Otros, resignados, emprendían largas caminatas bajo la lluvia. La ciudad, que nunca duerme, parecía haber entrado en un estado de letargo forzado.
La MTA, consciente del caos, intentaba poner orden. Recomendaciones, avisos, actualizaciones en tiempo real a través de su aplicación y página web… un intento desesperado por contener la marea de incertidumbre que inundaba la ciudad. Se sugerían rutas alternativas, combinaciones imposibles de letras y números que, para muchos, poco significaban en medio de la confusión.
Pero este episodio, por desgracia, no es un hecho aislado. Nueva York, la ciudad que se precia de ser el centro del mundo, ha visto cómo su imponente sistema de metro se ha rendido una y otra vez ante la fuerza de la naturaleza. Las inundaciones, cada vez más frecuentes e intensas, son una consecuencia directa del cambio climático, un problema que la ciudad, a pesar de sus esfuerzos, no ha logrado solucionar. El sistema de alcantarillado, antiguo y obsoleto, se satura rápidamente, incapaz de procesar el volumen de agua que cae del cielo.
El huracán Sandy, en 2012, dejó una cicatriz profunda en la memoria colectiva de la ciudad. Las imágenes de las estaciones inundadas, convertidas en auténticos ríos subterráneos, dieron la vuelta al mundo. Tras la catástrofe, se invirtieron millones de dólares en mejoras, en la construcción de barreras, en la modernización de los drenajes. Pero, a la vista de los acontecimientos de este lunes, parece que no ha sido suficiente. La infraestructura, con más de un siglo de antigüedad en algunos tramos, no está preparada para soportar la furia de las tormentas modernas, cada vez más violentas e impredecibles.
El cambio climático es una realidad innegable, y sus efectos, cada vez más palpables. Nueva York, como muchas otras ciudades costeras, se encuentra en la primera línea de fuego. La pregunta, ahora, es qué se puede hacer. ¿Cómo proteger una ciudad, y un sistema de transporte vital, de la creciente amenaza de las inundaciones? La respuesta, sin duda, es compleja y requerirá un esfuerzo conjunto de las autoridades, la inversión en infraestructuras resilientes y, sobre todo, una toma de conciencia real sobre la urgencia del problema. El tiempo, literalmente, corre en nuestra contra.
Fuente: El Heraldo de México