La indignación se palpaba en el aire, espesa y caliente como el asfalto bajo el sol de julio. En la calle Marte, de la colonia Valle de Anáhuac, en Ecatepec, la paciencia se había agotado. El hartazgo, acumulado gota a gota durante quién sabe cuánto tiempo, finalmente desbordó. Un hombre, presuntamente dedicado al cobro de piso, se convirtió en el blanco de la furia contenida de comerciantes y vecinos. El pasado 12 de julio, este individuo, que según testigos se identificaba como miembro de un grupo delictivo, intentó una vez más extorsionar a los pequeños negocios que luchan día a día por sobrevivir en la zona. Pero esta vez, la respuesta fue diferente.

Los comerciantes, cansados de ver mermadas sus ganancias, de vivir con el miedo constante a las represalias, decidieron plantarse. No estaban solos. Vecinos, testigos silenciosos del constante acoso a quienes proveen el sustento de la comunidad, se unieron a la protesta. La indignación colectiva se transformó en puños, patadas, gritos. Una lluvia de golpes se abatió sobre el presunto extorsionador, quien pasó del amedrentamiento a la súplica en cuestión de segundos.

Las redes sociales, convertidas en un escaparate de la realidad cruda y a veces brutal, difundieron videos del incidente. En las imágenes, se escucha al hombre rogar por clemencia, su voz ahogada por el clamor de la multitud enardecida. "¡Ya basta!", "¡No más!", "¡Que se vaya!", se escuchaban entre los gritos. Las súplicas del presunto extorsionador parecían caer en oídos sordos. La furia contenida durante tanto tiempo, finalmente liberada, era una fuerza imparable.

La intervención de la Policía Municipal de Ecatepec, alertada por una llamada, puso fin al linchamiento inminente. Los agentes lograron rescatar al hombre de la turba enfurecida y lo pusieron bajo custodia. Ahora, enfrenta las consecuencias legales de sus presuntos actos. Sin embargo, una pregunta queda en el aire, flotando sobre la calle Marte como el eco de los gritos: ¿qué lleva a una comunidad a tomar la justicia por su mano?

La ausencia de detenciones entre los agresores abre un debate complejo. ¿Se justifica la violencia como respuesta a la extorsión sistemática? ¿Es la desesperación un atenuante ante la falta de respuesta de las autoridades? El caso del presunto extorsionador de Valle de Anáhuac pone en relieve la fragilidad del tejido social, la desesperación de quienes se sienten desprotegidos y la urgencia de encontrar soluciones reales a la problemática de la inseguridad. La historia de la calle Marte es un reflejo, a pequeña escala, de la batalla que libran a diario miles de mexicanos contra la delincuencia. Una batalla en la que, a veces, la línea entre la justicia y la venganza se difumina peligrosamente.