
15 de julio de 2025 a las 09:10
Gobierno en crisis
La atmósfera que se respira en el bando oficialista ha dado un giro inesperado. Tras la ola de optimismo que trajo consigo el triunfo electoral del 2024, seguida por la audaz —y para muchos, cínica— maniobra para asegurar la mayoría calificada y la subsecuente avalancha de reformas constitucionales, una sensación de desconcierto, casi de desilusión, parece estar permeando las filas del partido en el poder. La “esperanza”, ese motor que impulsó con tanta fuerza el movimiento, muestra signos de agotamiento.
El peso del poder, concentrado en manos del partido, parece ser demasiado para los hombros de la presidenta Sheinbaum. Si bien su popularidad se mantiene en niveles altos, esta no se traduce en una capacidad efectiva para resolver los problemas que aquejan al país. La economía, lejos de despegar, se encuentra estancada. El ambicioso “Plan México”, presentado con bombo y platillo durante la campaña, se ha diluido en un mar de buenas intenciones, sin concretarse en políticas públicas capaces de reactivar la inversión y generar el crecimiento prometido. El gobierno, acorralado por la realidad económica, se ha visto obligado a implementar recortes presupuestales, limitando aún más su margen de maniobra. A la desaceleración económica, típica del primer año de gobierno, se suma la incertidumbre generada por la reforma judicial y la amenaza latente de aranceles impuestos por la administración Trump.
En el ámbito de la seguridad, la designación de García Harfuch, si bien vista como un acierto estratégico, se enfrenta a obstáculos de gran envergadura: la escasez de recursos, el inamovible poderío de las fuerzas militares y, en un panorama más amplio, las deficiencias institucionales que históricamente han lastrado al Estado mexicano. A esto se suman los constantes escándalos de corrupción, el persistente problema del huachicol y, lo más preocupante, las acusaciones de vínculos entre miembros de Morena y el crimen organizado. Y, nuevamente, la sombra de Washington se cierne sobre el país, con señalamientos y presiones cada vez más insistentes en materia de seguridad y narcotráfico. La aparición de un “testigo colaborador” en Estados Unidos, dispuesto a revelar información sensible, añade un nuevo elemento de tensión a un escenario ya de por sí complejo. La reacción de la presidenta ante estas revelaciones, tildada de "desafortunada" por algunos analistas, no ha hecho más que alimentar las especulaciones.
Este cúmulo de adversidades parece estar haciendo mella en la moral de las filas oficialistas. Los rostros tensos, las voces apagadas, la ausencia de soluciones concretas y una propaganda gubernamental que ha perdido credibilidad, incluso entre sus propios promotores, son síntomas inequívocos de una creciente desmoralización. La realidad, con toda su crudeza, ha superado a la “esperanza”, dejando al descubierto las limitaciones de un gobierno que lucha por mantener el control en un contexto cada vez más adverso. La pregunta que flota en el aire es si el gobierno logrará recuperar la iniciativa y ofrecer respuestas contundentes a los desafíos que enfrenta, o si, por el contrario, la desmoralización se profundizará, abriendo la puerta a un periodo de incertidumbre y desilusión.
Fuente: El Heraldo de México