
15 de julio de 2025 a las 09:30
Domina la guitarra con Jason Becker
Hay imágenes que trascienden el mero registro visual y se convierten en símbolos, en metáforas de la condición humana. La fotografía de Jason Becker besando su guitarra Carvin es una de ellas. No es solo una imagen estéticamente poderosa, sino un puñetazo en el estómago, un recordatorio de la fragilidad de la vida y, al mismo tiempo, de la indomable fuerza del espíritu. Nos habla de la pasión irrefrenable por el arte, de la conexión visceral con la música, que persiste incluso cuando el cuerpo se niega a obedecer.
Muchos recordamos la era dorada del shred, ese género que elevó la guitarra eléctrica a la categoría de arma sónica, capaz de disparar notas a velocidades imposibles. En ese panteón de dioses de las seis cuerdas, Jason Becker brillaba con luz propia. Su talento era deslumbrante, una mezcla explosiva de virtuosismo técnico, creatividad desbordante y una sensibilidad musical que trascendía la mera exhibición de destreza. Estaba destinado a la grandeza, a compartir escenario con los gigantes de la guitarra, a dejar una huella imborrable en la historia de la música.
Pero el destino, caprichoso e implacable, tenía otros planes. La ELA, una enfermedad cruel e implacable, se cruzó en su camino, robándole poco a poco la posibilidad de hacer lo que más amaba: tocar. Imaginen la frustración, la impotencia, el dolor de ver cómo tus sueños se desvanecen, cómo tu cuerpo se convierte en una prisión. Para un músico, perder la capacidad de tocar es como perder una parte de sí mismo, es como si el silencio se apoderara de su alma.
Y es en ese contexto de desolación donde la imagen de Jason besando su Carvin cobra toda su fuerza. No es un beso de despedida, sino un acto de amor, de reafirmación, de resistencia. Es un abrazo a la música, un susurro de esperanza en medio de la oscuridad. Es la demostración palpable de que la pasión, la verdadera pasión, no se extingue ni siquiera ante la adversidad más extrema.
La fotografía, tomada por Ross Pelton alrededor de 1996, se ha convertido en un icono, en un símbolo de la lucha de Jason contra la ELA. A menudo se asocia con el lanzamiento de su álbum "Perspective", un trabajo monumental que compuso utilizando un sistema de comunicación desarrollado por su padre, demostrando que la creatividad no conoce límites, que la música puede brotar incluso del silencio más profundo.
El próximo martes, Jason cumplirá 56 años. Más allá de los reconocimientos y los homenajes, su historia es una lección de vida, un ejemplo de resiliencia que nos inspira a todos. Nos recuerda que la música es mucho más que notas y acordes, es una fuerza vital, una forma de expresión que trasciende las barreras físicas y nos conecta con lo más profundo de nuestro ser. La imagen de Jason besando su guitarra es un recordatorio de que la música, como el amor, puede vencer a la muerte. Es un testimonio de la fuerza del espíritu humano, capaz de crear belleza incluso en las circunstancias más adversas. Es un himno a la vida, un grito de esperanza que resuena en el silencio.
Fuente: El Heraldo de México