
15 de julio de 2025 a las 09:50
Domina el jitomatazo: Guía definitiva
La sombra de la incertidumbre se cierne sobre el campo mexicano. La reciente decisión del gobierno estadounidense de retirarse del Acuerdo de Suspensión de la Investigación Antidumping sobre tomates frescos y la amenaza de imponer aranceles generalizados a productos mexicanos a partir del 1 de agosto, han generado una profunda preocupación en el sector agroalimentario. No se trata solo del jitomate, aunque este producto emblemático de la gastronomía mexicana, se convierte en el símbolo de una batalla comercial que amenaza con escalar. Dos de cada tres tomates que se consumen en Estados Unidos provienen de México. Esta interdependencia, tejida a lo largo de años de intercambio comercial, se ve ahora amenazada por una decisión que parece ignorar la realidad del mercado y las necesidades de los consumidores estadounidenses.
La justificación esgrimida por la administración estadounidense, centrada en la supuesta competencia desleal por parte de los productores mexicanos, no se sostiene ante el análisis de los datos. La realidad es que el jitomate mexicano ha ganado terreno en el mercado estadounidense gracias a su calidad y precio competitivo, factores que benefician directamente a los consumidores. Los productores de Florida, quienes celebran la imposición de aranceles, carecen de la capacidad para satisfacer la demanda interna, lo que inevitablemente se traducirá en un aumento de precios para los consumidores estadounidenses.
La respuesta del gobierno mexicano ha sido inmediata y firme. Calificando la medida como injusta y contraria a los intereses binacionales, México se prepara para defender sus intereses en los foros internacionales. La posibilidad de acudir a un panel de resolución de controversias en el marco del T-MEC se perfila como una opción viable para frenar esta medida proteccionista.
Sin embargo, la amenaza arancelaria se extiende más allá del jitomate. La administración estadounidense ha anunciado la imposición de un arancel del 30% a todas las exportaciones mexicanas, argumentando la crisis por fentanilo, la migración irregular y el “déficit comercial con México”. Esta medida, que viola flagrantemente el espíritu del T-MEC, pone en riesgo miles de millones de dólares en exportaciones mexicanas a Estados Unidos, incluyendo productos clave como carne, cerveza y tequila. El impacto de esta medida sería devastador para la economía mexicana y tendría repercusiones negativas en la economía estadounidense.
Ante este panorama, México necesita una estrategia que combine la firmeza en la defensa de sus intereses con la búsqueda de soluciones negociadas. La imposición de aranceles espejo, como se ha planteado en algunos sectores, podría generar una escalada de tensiones comerciales con consecuencias imprevisibles. La prioridad debe ser la protección de la economía mexicana y el bienestar de los productores y consumidores.
Mientras las negociaciones diplomáticas se desarrollan, los productores mexicanos continúan con su labor, sembrando, trabajando y resistiendo las embestidas de la incertidumbre. La esperanza reside en la capacidad de ambos países para encontrar un camino que priorice la integración, el interés de los consumidores y la armonía entre dos naciones cuya alianza estratégica es fundamental para la estabilidad y el desarrollo de la región.
En contraste con la batalla comercial que se libra en Washington, en Salamanca, Guanajuato, se vive una decepción de otra índole. La promesa de desarrollo y empleo que trajo consigo el anuncio de la construcción de la planta industrial de la empresa hondureña Millfoods se ha desvanecido, dejando tras de sí una obra inconclusa, deudas con contratistas locales y trabajadores abandonados. El Sindicato de Trabajadores de la Industria Metal Mecánica (SITIMM) ha denunciado el impago de salarios, dejando a cientos de familias en una situación precaria. Este caso, que se suma a otros fracasos industriales en la región, pone de manifiesto la necesidad de una mayor vigilancia y control sobre las inversiones extranjeras para garantizar que cumplan con sus compromisos y contribuyan al desarrollo económico y social de las comunidades. La historia de Millfoods se convierte en un recordatorio de que el progreso no puede construirse sobre promesas vacías, sino sobre bases sólidas de responsabilidad y compromiso con el desarrollo local.
Fuente: El Heraldo de México