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15 de julio de 2025 a las 09:25
Domina el arte de la cooperación
La sombra de la incertidumbre se cierne sobre la Copa Mundial de la FIFA 2026. Un reciente "juego de guerra" llevado a cabo en un prestigioso centro de pensamiento de Washington DC ha puesto de manifiesto la compleja red de amenazas que acechan al evento deportivo más grande del mundo. Con 104 partidos y 48 selecciones nacionales, la magnitud del torneo multiplica exponencialmente las posibilidades de incidentes, desde las acciones de grupos criminales organizados hasta protestas políticas, tensiones étnicas y la posible injerencia de actores extrarregionales con un historial de sabotaje y terrorismo.
La situación geopolítica global, marcada por conflictos en Europa y Oriente Medio, incluyendo los recientes bombardeos estadounidenses a instalaciones nucleares iraníes, añade una nueva capa de complejidad al panorama de amenazas. El ejercicio, que contó con la participación de expertos internacionales, culminó con una victoria para los países organizadores (México, Estados Unidos y Canadá), pero también dejó en claro la necesidad imperante de una respuesta coordinada y multifacética que integre capacidades tecnológicas, militares e híbridas.
En el caso específico de México, el juego de guerra simuló el despliegue a gran escala del Ejército Mexicano en operaciones de estabilización regional, apoyado por acciones quirúrgicas de la Unidad de Operaciones Especiales de la Marina (UNOPES). La Fuerza Aérea Mexicana, a pesar de sus limitaciones numéricas, jugó un papel crucial, complementada por la inteligencia de señales y comunicación (SIGINT y COMINT), así como recursos aéreos y espaciales proporcionados por Estados Unidos. Esta colaboración, según el ejercicio, permitió asegurar la inauguración y el desarrollo de los partidos en territorio mexicano.
La simulación subraya la urgente necesidad de que México invierta en el fortalecimiento de sus capacidades de seguridad. Sin embargo, la victoria "en papel" no se basó únicamente en la fuerza bruta, sino en la estrecha cooperación entre los tres países anfitriones. La hipotética instancia de cooperación trinacional, que facilitó el intercambio de información y la comunicación fluida, resultó clave para el éxito.
La realidad, sin embargo, se presenta mucho más intrincada. Con la participación de al menos 48 países, la coordinación de los servicios de inteligencia de cada nación representa un desafío logístico y diplomático sin precedentes. A esto se suma la inconsistencia de la retórica política de la Casa Blanca, que amenaza con socavar la voluntad de cooperación internacional. La estrategia de negociación basada en la intimidación, característica de la administración actual, podría resultar contraproducente para los intereses estadounidenses. El reciente despido masivo e injustificado de 3,000 empleados del Departamento de Estado no hace más que agudizar la disonancia diplomática.
La creciente frustración de los equipos negociadores mexicanos, exacerbada por la última amenaza arancelaria, contrasta con el fortalecimiento de los lazos entre los altos mandos militares de México y Estados Unidos. Mientras la tensión política aumenta, los secretarios de Defensa y Marina de México han establecido un contrapeso diplomático-militar al estrechar la colaboración con sus homólogos en el Comando Norte, buscando una vía de comunicación más allá de la politización del Pentágono.
En este contexto, la ampliación de los canales de comunicación entre los aparatos militares, de seguridad e inteligencia se vuelve fundamental para mantener viva la cooperación y relegar la retórica de la intimidación a un simple ruido de fondo. El éxito de la Copa Mundial 2026 dependerá, en gran medida, de la capacidad de las naciones participantes para trascender las diferencias políticas y construir una sólida alianza en pro de la seguridad y el bienestar de todos. El futuro del evento, y en cierta medida la estabilidad regional, se juega en este delicado equilibrio.
Fuente: El Heraldo de México