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15 de julio de 2025 a las 12:15

¡Alerta! Arancel al jitomate 🍅

La noticia del retiro de Estados Unidos del Acuerdo de Suspensión del tomate mexicano ha caído como un balde de agua fría en la industria agrícola de ambos países. Más allá de las cifras y los porcentajes, esta decisión representa una fractura en la delicada cadena de suministro que ha alimentado a Norteamérica durante décadas. El argumento de "prácticas comerciales desleales" esgrimido por el Secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, resuena con un eco proteccionista que preocupa a muchos. ¿Se trata realmente de proteger al agricultor estadounidense o es una estrategia política con consecuencias económicas imprevisibles?

La respuesta del gobierno mexicano, calificando la decisión como "injusta", refleja la frustración ante lo que perciben como un movimiento arbitrario. La afirmación de que las propuestas mexicanas fueron rechazadas por "razones políticas" abre la puerta a la especulación y a la incertidumbre. ¿Qué intereses ocultos se mueven tras esta decisión? ¿Es el tomate simplemente una pieza en un tablero de ajedrez geopolítico mucho más complejo?

La preocupación no se limita a las altas esferas gubernamentales. Los productores mexicanos de tomate, representados por organizaciones como la AMHPAC, CIDH-CAADES y el SPT, ven amenazada su subsistencia. Años de inversión, innovación y trabajo duro podrían verse reducidos a cenizas por una decisión que consideran unilateral e injusta. La imagen de campos de tomate abandonados, de familias sin sustento y de comunidades enteras sumidas en la crisis económica es un escenario que nadie quiere contemplar.

La promesa del gobierno mexicano de buscar nuevos mercados es una muestra de resiliencia, pero también un reflejo de la necesidad. Diversificar la economía y reducir la dependencia de un solo mercado es una estrategia a largo plazo que requiere tiempo, inversión y, sobre todo, certeza jurídica. ¿Estarán los mercados internacionales dispuestos a absorber la producción mexicana de tomate? ¿Podrán los productores mexicanos competir en igualdad de condiciones con otros países?

El impacto de esta decisión no se limita a la economía. El Consejo Nacional de Agricultura advierte sobre el riesgo para la seguridad alimentaria de la región. El aumento de precios del tomate, un alimento básico en la dieta de millones de personas, podría tener consecuencias devastadoras para las familias de bajos ingresos. La inflación, la escasez y la especulación son fantasmas que acechan en el horizonte.

La intervención de la presidenta Claudia Sheinbaum, prometiendo diálogo con las autoridades estadounidenses, ofrece un rayo de esperanza. La diplomacia y la negociación son las herramientas más poderosas para resolver conflictos comerciales. Sin embargo, el tiempo apremia. Cada día que pasa sin una solución, la incertidumbre crece y el daño a la industria tomatera se profundiza. ¿Logrará el diálogo tender puentes y reconstruir la confianza perdida? ¿O será el tomate la víctima de una guerra comercial sin sentido?

Más allá de las cifras y los comunicados oficiales, hay historias humanas que se entretejen en esta compleja trama. Familias de agricultores que dependen del cultivo del tomate para sobrevivir, trabajadores de la industria que ven peligrar sus empleos, consumidores que se enfrentan a la subida de precios. Son estas historias las que nos recuerdan que las decisiones políticas tienen consecuencias reales en la vida de las personas. Es imperativo que los gobiernos de ambos países encuentren una solución justa y equitativa que proteja tanto a los productores como a los consumidores. El futuro de la industria del tomate, y de la relación comercial entre México y Estados Unidos, pende de un hilo.

Fuente: El Heraldo de México