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16 de julio de 2025 a las 02:20

Abuelita atropellada en Neza: conductor se da a la fuga

La frialdad del asfalto contra su rostro. El dolor punzante en la pierna, una punzada que se extendía como una tela de araña por todo su cuerpo. Doña María, porque así la llamaremos, yacía inmóvil en medio de la calle Flamingos, en Nezahualcóyotl. Segundos antes, la vida transcurría con la normalidad de un día cualquiera. Quizá se dirigía a la tienda, a visitar a una vecina, o simplemente disfrutaba del sol de la tarde. Un instante de distracción, una mirada hacia el otro lado, y el mundo se transformó en un rugido metálico, un impacto brutal que la lanzó al pavimento. La imagen, capturada por una cámara de seguridad y difundida en redes sociales, hiela la sangre. Doña María, una figura frágil y vulnerable, tendida en el asfalto, rodeada por la indiferencia de la ciudad.

El coche, un espectro metálico, desaparece de la escena tan rápido como apareció. El conductor, cegado por la prisa, la imprudencia o la simple cobardía, no se detiene. No presta auxilio. La deja allí, abandonada a su suerte, como un objeto roto e inservible. Huye, llevándose consigo la tranquilidad de Doña María, y dejando a su paso una estela de indignación y rabia.

Los segundos se estiran como una goma elástica. Doña María permanece inmóvil, luchando contra el dolor, contra el shock, contra la soledad. A su alrededor, la ciudad continúa su ritmo frenético. Coches pasan indiferentes, ajenos al drama que se desarrolla a pocos metros. Una patrulla, símbolo de la protección y la seguridad, aparece en escena, pero continúa su camino sin detenerse. La imagen, casi surrealista, refleja la cruda realidad de una sociedad a menudo insensible al dolor ajeno.

Poco a poco, algunos vecinos, testigos del accidente, se acercan a Doña María. Rostros preocupados, manos extendidas, voces que intentan reconfortarla. Un pequeño gesto de humanidad en medio de la vorágine. La ayudan a incorporarse, la arropan con palabras de aliento. La solidaridad, ese bálsamo que alivia las heridas del alma, se hace presente en la escena.

El video, que se ha viralizado en redes sociales, ha desatado una oleada de comentarios. Unos, llenos de indignación, condenan la cobardía del conductor. Otros, más críticos, cuestionan la imprudencia de Doña María, su presencia en medio de la calle. El debate se enciende, poniendo de manifiesto la complejidad de un accidente que, más allá de las responsabilidades individuales, refleja la fragilidad de la vida en la gran ciudad, la necesidad de una mayor conciencia vial y, sobre todo, la importancia de la empatía y la solidaridad.

La fractura en la pierna de Doña María es una herida física, pero la cicatriz más profunda, la que quizás tarde más en sanar, es la de la indiferencia. La imagen de ese coche alejándose, la patrulla que no se detiene, permanecerán grabadas en su memoria, un recordatorio constante de la vulnerabilidad humana y la urgente necesidad de construir una sociedad más justa y compasiva. ¿Qué hubiera pasado si el conductor se hubiera detenido? ¿Si la patrulla hubiera prestado auxilio? Preguntas que flotan en el aire, un eco silencioso que nos interpela a todos.

Fuente: El Heraldo de México