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15 de julio de 2025 a las 01:40

Tragedia en Zinacantán: Curandero asesinado

La tranquilidad del barrio Bochojbo en Zinacantán, Chiapas, se vio brutalmente interrumpida. Un silencio denso, cargado de miedo e incertidumbre, se instaló tras el descubrimiento del cuerpo sin vida de un respetado curandero. Atrozmente maniatado, con marcas de golpes que contaban una historia de sufrimiento, el anciano fue encontrado en su propia casa, un lugar que hasta entonces representaba sanación y consuelo para la comunidad. La noticia corrió como la pólvora, llevando consigo la consternación y el dolor de un pueblo que veía caer a uno de los suyos. La imagen del curandero, siempre dispuesto a aliviar los males con sus conocimientos ancestrales, contrastaba dramáticamente con la escena del crimen, sembrando la inquietud y el temor entre los habitantes.

Las autoridades tradicionales, portadoras del legado y la sabiduría tzotzil, fueron las primeras en dar aviso a la Fiscalía General del Estado (FGE). De inmediato, un equipo de peritos y agentes de investigación se trasladó al lugar de los hechos, iniciando una meticulosa búsqueda de pistas que pudieran arrojar luz sobre este acto de barbarie. El protocolo se activó, la escena fue cuidadosamente procesada, cada detalle, cada indicio, por mínimo que pareciera, fue recolectado y resguardado como una pieza crucial en el rompecabezas de la investigación. La necropsia, procedimiento forense indispensable, confirmó la causa del deceso: asfixia mecánica por estrangulamiento. Una verdad fría y desgarradora que resonó en los corazones de quienes conocían al curandero.

El Fiscal General, Jorge Luis Llaven Abarca, confirmó que todas las líneas de investigación apuntan a un homicidio. Se ha desplegado un operativo para recopilar testimonios, analizar las relaciones del curandero y reconstruir sus últimos días. Una posible rencilla personal se perfila como una de las principales hipótesis. Las autoridades no descartan ninguna posibilidad y se adentran en la vida de la víctima, buscando desentrañar los motivos que llevaron a este trágico final. Se indaga, además, si su labor como curandero, una figura de gran relevancia en la comunidad, podría estar relacionada con el crimen. ¿Existían rivalidades, envidias o disputas ocultas tras la fachada de respeto y veneración?

La incertidumbre se cierne sobre Zinacantán. La comunidad, conmocionada, exige justicia y respuestas. Mientras la investigación avanza, la figura del curandero se agiganta en el recuerdo colectivo. Sus conocimientos, su bondad y su entrega a la comunidad se convierten en un legado imborrable. La esperanza se aferra a la promesa de las autoridades de esclarecer este crimen y llevar a los responsables ante la justicia. En cada rincón del pueblo, en cada susurro, se repite la misma pregunta: ¿quién y por qué arrebató la vida a este hombre de paz? La respuesta, aún esquiva, se busca con la tenacidad de quienes anhelan que la verdad, como un bálsamo, calme el dolor y la indignación. El tiempo, implacable testigo, desvelará los secretos que se ocultan tras este brutal asesinato, devolviendo la paz a Bochojbo y honrando la memoria del curandero.

Fuente: El Heraldo de México