
14 de julio de 2025 a las 12:40
Texas: Alerta por Inundaciones
La sombra de la tragedia se cierne sobre Texas y Nuevo México, donde las inundaciones recientes han dejado un rastro de devastación y dolor. Mientras las comunidades luchan por recuperarse, surge una pregunta inquietante: ¿podría haberse mitigado el impacto de este desastre? La mirada se dirige hacia la administración Trump y sus drásticos recortes presupuestarios a agencias clave en la predicción y gestión de desastres naturales.
Recortar fondos a la NOAA, la FEMA y el NWS, organismos encargados de monitorear el clima y alertar sobre posibles catástrofes, es como quitarle las alas a un pájaro en pleno vuelo. Estas instituciones, debilitadas por la falta de recursos, se enfrentan a una tarea titánica con las manos atadas. Imaginen a un médico tratando de salvar vidas sin los instrumentos necesarios, o a un bombero intentando apagar un incendio sin agua. Esa es la realidad a la que se enfrentan estas agencias, cruciales para la seguridad de todos.
Las consecuencias de estos recortes van más allá de la simple reducción de personal. Se traduce en menos investigación, menos datos, modelos menos precisos y, en última instancia, una menor capacidad de anticipación ante eventos extremos. Es una cadena de consecuencias que nos deja a merced de la furia de la naturaleza. Como advirtió Andy Hazelton, ex modelador de huracanes de la NOAA, "es cuestión de tiempo para que el sistema falle".
La defensa y el control migratorio son importantes, sin duda. Pero, ¿a qué costo? ¿Vale la pena sacrificar la seguridad de nuestras comunidades en el altar de otras prioridades? La inversión en ciencia climática y en la preparación ante desastres no es un gasto, es una inversión en nuestro futuro. Es la diferencia entre la prevención y la reacción, entre la vida y la muerte.
El cierre del laboratorio de Mauna Loa, encargado de monitorear el CO2 atmosférico, es una señal alarmante. Perder esta valiosa fuente de información es como navegar a ciegas en un mar tempestuoso. La eliminación de la base de datos sobre desastres meteorológicos costosos, una herramienta fundamental desde 1980, es otro duro golpe a nuestra capacidad de comprender y predecir estos fenómenos.
Los despidos masivos en estas agencias no solo afectan a los científicos y meteorólogos que pierden sus empleos, sino a todos nosotros. Debilitan la red de seguridad que nos protege de las inclemencias del tiempo y nos dejan expuestos a eventos cada vez más frecuentes e intensos.
Las palabras de Lynn Budd, presidenta de la Asociación Nacional de Manejo de Emergencias, resuenan con fuerza: "Estos recortes amenazan la preparación y respuesta ante futuras catástrofes". Es un llamado a la reflexión, una advertencia que no podemos ignorar. La política climática de la administración Trump no solo recorta presupuestos, recorta nuestra capacidad de protegernos, recorta nuestro futuro. Es hora de exigir una política que priorice la seguridad y el bienestar de todos, una política que invierta en la ciencia y en la prevención. El futuro de nuestro planeta, y el de las generaciones venideras, depende de ello.
Fuente: El Heraldo de México