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14 de julio de 2025 a las 07:25

Hallan sin vida a Erick y Víctor, desaparecidos en 2025

La tierra árida de Sonora, una vez más, se convierte en testigo silencioso del dolor. El eco de la desesperanza resuena en los hallazgos realizados por el incansable colectivo de Madres Buscadoras, quienes, con palas en mano y la fuerza inquebrantable del amor, han desenterrado no solo restos humanos, sino también la cruda realidad de una violencia que desgarra familias y comunidades. Dos nombres emergen entre los huesos calcinados: Erick Arturo Fernández Zarate y Víctor Floreció Cabanillas, ausentes desde enero de 2025, ahora regresan en forma de un desgarrador descubrimiento en un campamento improvisado cerca de Hermosillo. Sus tatuajes, marcas indelebles en la piel, se convierten en la única vía de identificación en un escenario que habla de la crueldad y la sevicia.

Ceci Flores, la líder de este colectivo, voz y rostro de tantas madres que buscan a sus hijos desaparecidos, comparte la noticia con una mezcla de alivio y desolación. El alivio de poder, al fin, dar respuesta a la angustiante incertidumbre; la desolación de saber que esa respuesta confirma el peor de los temores. "Nunca sabré qué decirle a sus familias", confiesa, palabras que reflejan la profunda empatía y el peso emocional que carga sobre sus hombros. La esperanza, ese tenue hilo que las sostiene en la búsqueda incansable, se desvanece ante la evidencia irrefutable de la muerte.

El campamento, más que un refugio, se revela como un macabro escenario de violencia. Casquillos de armas largas y cortas, huesos calcinados, cráneos y esqueletos completos, pintan una imagen desoladora de lo que allí ocurrió. Las sospechas apuntan a un crematorio clandestino, un lugar donde la vida fue arrebatada y los cuerpos intencionalmente destruidos en un intento por borrar cualquier rastro, por silenciar las voces de las víctimas.

La Fiscalía General del Estado de Sonora, ante la alerta lanzada por las Madres Buscadoras a través de redes sociales, ha iniciado el protocolo de investigación. Si bien los tatuajes han permitido una posible identificación visual, las autoridades se mantienen cautelosas, esperando los resultados de las pruebas genéticas para confirmar la identidad de los cuerpos. La prudencia se impone ante la magnitud del dolor y la necesidad de brindar certeza a las familias que esperan, con el corazón en un puño, la confirmación oficial.

Este nuevo hallazgo no es un caso aislado. Forma parte de una dolorosa cadena de desapariciones que azotan a Sonora, dejando un rastro de angustia e incertidumbre en su camino. Las Madres Buscadoras, convertidas en investigadoras, forenses y antropólogas por la fuerza de las circunstancias, continúan su labor, removiendo la tierra, buscando respuestas, exigiendo justicia. Su lucha, un grito desesperado en el desierto, nos recuerda la urgencia de construir un país donde la vida sea respetada, donde la desaparición forzada no sea la norma, y donde la esperanza no se extinga bajo el peso de la impunidad. El camino es largo y doloroso, pero la búsqueda no cesa.

Fuente: El Heraldo de México