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14 de julio de 2025 a las 09:35

Descubre la verdad oculta: El Demiurgo y tus datos.

La era digital nos ha sumergido en un océano de información, donde la promesa de conexión y conocimiento convive con la sombra inquietante de la manipulación. El capitalismo de vigilancia, como lo denomina Shoshana Zuboff, se ha convertido en el leviatán invisible que se alimenta de nuestros datos, tejiendo una red invisible de control. Cada clic, cada búsqueda, cada interacción en línea, deja una huella digital que alimenta a la bestia. Estos datos, aparentemente inocuos, son la materia prima con la que se construyen perfiles psicológicos increíblemente detallados, mapas de nuestras vulnerabilidades que se utilizan para predecir y, lo que es más preocupante, influir en nuestro comportamiento.

No se trata de ciencia ficción, sino de una realidad palpable. El aprendizaje automático, con su capacidad para procesar cantidades ingentes de información, se ha convertido en el motor de esta maquinaria de persuasión. Algoritmos sofisticados analizan nuestros miedos, nuestras inseguridades, nuestras aspiraciones, para ofrecernos una realidad a la medida, una realidad que refuerza nuestras creencias preexistentes y nos aleja de la verdad incómoda. Es la ingeniería social llevada a su máxima expresión, una manipulación sutil pero efectiva que erosiona nuestra autonomía individual.

Pensemos en las redes sociales. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con noticias o publicaciones que parecen diseñadas específicamente para nosotros, que alimentan nuestras indignaciones y confirman nuestros prejuicios? La respuesta, probablemente, es más de la que nos gustaría admitir. La lógica de la posverdad, donde la emoción prima sobre la razón, se ha convertido en la norma. El sensacionalismo, la exageración, la distorsión de los hechos, son las armas de esta nueva guerra por la atención, una guerra en la que todos somos, a la vez, combatientes y víctimas.

El caso del "Auschwitz mexicano", la comparación del centro de Teuchitlán con un campo de exterminio nazi, es un ejemplo paradigmático de cómo la manipulación emocional puede distorsionar la realidad y servir a agendas ocultas. La narrativa, cargada de emotividad, se propagó como la pólvora en las redes sociales, alimentando la indignación y la polarización, sin que muchos se detuvieran a cuestionar la veracidad de la información.

Pero la manipulación no se limita al ámbito de las redes sociales. El "Televisa Leaks", la revelación del uso indebido de datos personales para construir propaganda política personalizada, nos muestra la cara más oscura de esta realidad. Empresas y gobiernos, cómplices en este juego perverso, utilizan nuestros datos para segmentarnos, clasificarnos y manipularnos. La segregación por raza, religión o género, la distracción constante con contenido superfluo, son algunas de las estrategias utilizadas para mantenernos controlados y dóciles.

No se trata de una conspiración, sino de un sistema, una estructura de poder que se reproduce a través de mecanismos aparentemente neutrales, pero que en realidad están cargados de ideología e intereses ocultos. El uso indebido de nuestros datos personales se ha convertido en un arma poderosa en manos de quienes buscan el control.

Como decía mi abuelo, "cuando todo el mundo se agrupa en torno a idéntica convicción, seguro que la verdad está en otra parte". En la era de la información, la capacidad crítica, el cuestionamiento constante y la búsqueda de la verdad, son más necesarios que nunca. No dejemos que la manipulación nos robe la libertad de pensamiento. Despertemos del letargo y reclamemos nuestro derecho a la verdad.

Fuente: El Heraldo de México