Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Historia

12 de julio de 2025 a las 09:10

Silencio Imposible

La memoria nos golpea como un eco incesante, un susurro que se niega a desvanecerse en la noche de los tiempos. ¿Cómo podemos, siquiera intentar, dar voz a lo indecible? ¿Cómo articular la monstruosidad del mal sin reducirla a una mera anécdota, sin despojarla de su horror esencial? Ese es el desafío que nos legaron Elie Wiesel y Jorge Semprún, dos almas marcadas por la barbarie, dos voces que se alzan desde las cenizas de la historia para recordarnos la fragilidad de la humanidad.

Su diálogo, un duelo de palabras y silencios, nos confronta con la responsabilidad que todos, vivos y muertos, cargamos sobre nuestros hombros. Los sobrevivientes, aquellos que emergieron de las tinieblas, llevan consigo la carga de la memoria, la obligación moral de dar testimonio de lo inimaginable. ¿Pero qué se pierde en esa traducción del horror a la palabra? ¿Qué matices del sufrimiento se escapan, irremediablemente, al lenguaje humano? ¿Y qué se salva? Quizás, una chispa de esperanza, la posibilidad de que el recuerdo sirva como escudo contra la repetición de la tragedia.

Wiesel, con su voz impregnada de espiritualidad herida, nos recuerda la singularidad de la Shoah, la aberración de un plan metódico para aniquilar a un pueblo entero. Insiste en la importancia de no relativizar este horror, de no diluirlo en la larga lista de atrocidades que manchan la historia de la humanidad. Para él, el silencio de Dios ante el exterminio de su pueblo es una herida abierta, una pregunta sin respuesta que resuena en cada una de sus palabras.

Semprún, por su parte, nos interpela desde la perspectiva de la militancia política, desde la desilusión ante las traiciones ideológicas. Denuncia la hipocresía de quienes celebran la liberación de los campos nazis mientras callan, cómplices, ante los horrores del Gulag. Para él, el silencio no es solo la ausencia de Dios, sino también la connivencia con la opresión, la negación de la verdad. Su voz, cargada de indignación y dolor, nos recuerda que los totalitarismos, en todas sus formas, son una amenaza constante para la libertad y la dignidad humana.

Ambos, Wiesel y Semprún, nos confrontan con una serie de preguntas incómodas, preguntas que nos obligan a mirar hacia el abismo de la historia y a reconocer nuestra propia fragilidad. ¿Cómo enfrentamos, desde la comodidad del presente, la culpa, la indiferencia, la repulsión que nos genera el recuerdo del Holocausto? ¿Cómo evitamos caer en la banalización del mal, en la amnesia colectiva que nos hace vulnerables a su regreso?

No hay respuestas fáciles, solo la certeza de que el silencio es cómplice. La memoria, aunque dolorosa, es nuestro único escudo. Recordar, testimoniar, no callar, es la única forma de honrar a las víctimas y de protegernos del monstruo que acecha en las sombras. Es un imperativo moral, una responsabilidad que todos compartimos. No podemos permitir que el eco de sus voces se pierda en el viento.

Fuente: El Heraldo de México